Cherreads

Chapter 32 - La Oscuridad nos Recuerda

Perspectiva de Isolde 

Lucy se había quedado completamente dormido antes de que pudiera darme cuenta. Su respiración era tranquila, rítmica, como si todo su mundo estuviera en paz. Yo debería haber hecho lo mismo: cerrar los ojos, entregarme al descanso.

Pero volvió a suceder.

Ese tipo de sueño otra vez. Ya era la segunda vez. El mismo resplandor irreal, cegador, como si mis ojos fueran incapaces de adaptarse. Lo más perturbador era que no sentía que estuviera soñando. Era más como... recordar algo que no debería existir.

Mis pies se movían sin mi permiso, guiándome hacia lo que parecía un parque. Reconocía algunas estructuras, aunque eran ajenas a todo lo que conocía: torres resbaladizas, columpios de metal que chirriaban levemente mientras los niños se balanceaban, algunos empujados por padres con sonrisas cálidas que no entendía.

—Aquí está tu helado, cariño —dijo la mujer. La misma del sueño anterior, aunque con rasgos más marcados por el tiempo. Estiró la mano y me ofreció un cono con dos bolas de chocolate. Lo acepté, llevándolo a mi boca casi de forma automática.

—Gracias, mami —dije, con una sonrisa que no supe de dónde salió.

Caminamos juntas hacia las estructuras. Por un momento, fue casi real. Casi cálido.

Y entonces cambió. Como si la memoria no pudiera sostener la mentira por más tiempo.

La luz se apagó. No poco a poco, no de forma natural. Fue un apagón violento, como si alguien arrancara el sol del cielo. Todo se volvió oscuridad, un negro que no era solo ausencia de luz, sino presencia de algo más... algo que me reconocía.

Mi rostro estaba húmedo. Estaba llorando. ¿Por qué?

Un estruendo. Algo rompiéndose. Sillas siendo lanzadas. El sonido del caos en medio de la nada.

—¿¡Sabes lo que he luchado por esta familia!? ¿¡Eh!? —El rugido de un hombre llenó el espacio. No necesitaba verlo. El tono era suficiente para sentir el veneno.

—Querido, cálmate. Sabes que no es verdad eso. Sabes que solo te amo a ti. ¿Cómo puedes creer que este bebé no es tuyo? —La misma voz femenina de antes. Pero esta vez, temblaba. Suplicaba. Se aferraba a algo que ya estaba roto.

—¡Porque estos últimos meses no hemos tenido sexo! ¡Y soy un maldito detective! ¿De verdad creíste que no notaría tus escapadas? ¿Que dejar a la niña sola no me levantaría sospechas? Me hiciste jugar a ser el idiota… y lo hice. Para ver hasta dónde llegarías. Y ahora lo sé.

—Te equivocas. No es verdad...

—¡Suéltame!

Un golpe seco. Otro. Como si el sueño tuviera sonido envolvente, lo sentí en el estómago. El hombre la había golpeado. Mi cuerpo se estremeció sin pedir permiso. El miedo no se anunciaba, simplemente llegaba.

Estaba entrando en pánico. Mis manos temblaban. Mis piernas no respondían. Las lágrimas caían como si tuvieran voluntad propia.

—Me largo. A ver cómo mierda te las arreglas para mantenerte.

Un portazo. Un eco. Y después, la luz. Cruda, repentina. Un contraste tan violento como la oscuridad anterior.

Vi a la mujer. Golpeada. Su camisa blanca manchada de rojo. El rostro exhausto, apagado, como si algo dentro de ella se hubiera roto para siempre.

¿Qué tanto había ocurrido? ¿Por qué lo recordaba como si fuera mío? ¿Era un sueño? ¿Una visión? ¿Un recuerdo enterrado en algún rincón que no reconocía?

Tenía que analizarlo. Como lo haría Lucy. No podía permitirme ignorarlo solo porque dolía. Tenía que saber. Entender. Aun si la respuesta era algo que prefería no enfrentar.

Pero justo cuando intentaba armar el rompecabezas, el mundo comenzó a deshacerse. Un temblor. Una grieta invisible que lo devoraba todo. Y luego…

Desperté. De golpe. Como si el miedo aún me estuviera sujetando la garganta.

El cuarto estaba completamente oscuro. El tipo de oscuridad que no invita al descanso, sino que pesa sobre los hombros como una manta húmeda. Miré hacia Lucy. Estaba temblando.

Instintivamente, miré las ventanas. Cerradas. No entraba ni una pizca de luz. Sentí cómo la preocupación comenzaba a apretarme el pecho. El pánico es como un huésped silencioso: entra sin pedir permiso, se acomoda y te susurra que todo va a empeorar.

—¿Lucy…? —Mi voz salió apenas como un susurro. Ni siquiera sabía si esperaba una respuesta real.

No la hubo.

—Oye, Lucy…

Me acerqué, lo moví suavemente. Nada. Sus temblores se intensificaron como si mi contacto los amplificara. Me entró miedo. Un miedo verdadero, del que paraliza. Lo tomé de los hombros, ya sin pensar, y lo sacudí con fuerza.

—¡Lucy!

—¡Ah! —Se incorporó de golpe, como si hubiera sido arrancado de un abismo. Dio un grito apagado, lo justo para que nuestros padres no se despertaran. Me acerqué más y le toqué la espalda: estaba empapada. Sudor frío. Pesadillas reales.

—¿Estás bien?

—¿Qué…? ¡Agh! —Se llevó la mano a la cabeza —. Mierda… duele. Me siento… mareado. ¿Por qué…?

—Lucy —insistí, más firme —. Contéstame. ¿Estás bien?

—¿Eh…? Ah… sí. Perdón. Estoy bien, no te preocupes… ¿Por qué estás despierta?

—Tú me despertaste. Estabas temblando demasiado —lo miré fijamente. Pero no era él. No del todo. Su rostro tenía algo distinto. No solo miedo: era como si hubiera vuelto de un lugar lejano, uno del que no se regresa igual.

—¿Es así…? Perdón entonces. Vuelve a dormir. Aún no ha amanecido.

—Sí… —Guardé silencio unos segundos —. Pero antes… quiero contarte algo.

Mi voz cargaba un peso que ni yo misma entendía del todo. Lucy lo notó. Y me miró. Pero su mirada... estaba perdida. No en el cuarto. En otra parte. Como si sus ojos vieran algo que yo no podía.

—Yo… tuve ese sueño de nuevo. Aunque esta vez fue diferente…

No me tomó más de dos minutos contarle todo. Palabra por palabra. Pero algo dentro de mí se resistía. Era como si estuviera hurgando en una herida abierta. No era solo miedo: era una tristeza incomprensible, ajena, pero mía. Ese sueño se había adherido a mi mente como un parásito emocional. Como un mal recuerdo... que ni siquiera era mío.

Lucy tomó mi mano. Fue como si me ofreciera un ancla en medio de un mar turbio. A veces, basta un pequeño gesto para no ahogarte.

Nunca había visto a nadie ser maltratado así… Ni siquiera conocía a esas personas, pero… dolía. Dolía como si las conociera. Como si fuera yo.

—Entiendo… —dijo con suavidad —. Pero estás bien, Issy. Ya pasó. No sé qué son esos sueños. O si son recuerdos. Los descubriremos juntos. No sé qué decir… debió ser difícil.

—Tenía mucho miedo… El sueño comenzó justo cuando todo se volvió oscuro. Intenté analizarlo, como tú lo harías. Pero no pude… no sabía qué hacer. Mi mente estaba atrapada.

—Oye, tranquila —me dijo, con voz baja, cálida, pero tensa —. Solo fue un sueño, ¿okey? No fue real. Estoy aquí contigo.

Se notaba que estaba improvisando. Que no tenía las respuestas. Y por primera vez, eso no me hizo sentir sola. Porque estábamos perdidos juntos. Y eso ya era algo.

—Bueno… —suspiró —. La verdad es que yo también tuve un sueño. Pero no fue solo un sueño. Fue un recuerdo. Uno horrible. Tal vez empezó justo cuando me quedé dormido… pero lo sentí tan real como la vez en que ocurrió.

—¿Qué ocurrió?

Lo miré con atención. Su rostro comenzó a cambiar conforme hablaba. Cada palabra era una grieta más en su expresión. Tristeza. Asco. Dolor. Culpabilidad. Y mientras me contaba… yo también cambiaba por dentro.

Lo que escuché me dejó helada.

Lucy… en su otra vida… había sido…

Un asesino. Un maldito asesino.

Mi mente no quería aceptarlo, de nuevo, pero no podía negarlo. Era demasiado real, demasiado vívido. Me recordaba a esas leyendas oscuras, a nombres que uno preferiría no pronunciar. Jack el Destripador. Y, sin embargo, Lucy… había sido peor.

Me dieron náuseas. Quise vomitar. Pero me contuve. Porque sabía que todo eso… eso ya no existía en este mundo.

—Está bien si quieres vomitar… o si tu mente no puede procesarlo correctamente —murmuró Lucy, bajando la mirada, decepcionado consigo mismo —. Es… demasiado fuerte.

—Estoy bien —respondí, apartando la vista. No quería que viera mis ojos —. Solo que… me tomó desprevenida.

—¿Segura?

—…Sí.

—Bien… —suspiró, como si cada palabra que soltaba le quitara un poco más de fuerza —. No entiendo por qué están regresando. Todos estos años han sido… normales. Tranquilos. Sin señales de nada. ¿Por qué ahora? ¿Qué mierda está pasando?

No respondí. No porque no quisiera, sino porque no tenía cómo.

Por primera vez, sentí que esto… no me pertenecía. Que no era un dolor que pudiera asumir como propio. Y sin embargo… era mi deber estar ahí. Porque era su gemela. Porque así había sido desde siempre. Como una promesa muda. Como un voto silencioso que sellamos con los años y el amor.

—Será mejor que volvamos a dormir —dijo finalmente, con voz cansada —. No hace falta que digas nada…

Se acostó. Yo me quedé sentada. Lo observé unos segundos… y luego me recosté a su lado. Lo abracé por detrás, con cuidado, como si al tocarlo muy fuerte fuera a romperse.

—Lo siento… —susurré contra su espalda —. Esto está fuera de mi alcance. No sé qué decir. Nunca habíamos lidiado con algo así. Pero… tengo este presentimiento. Como si todo esto estuviera ocurriendo por una razón. Como si algo malo estuviera por venir. Y eso me inquieta. Mucho.

—Lo sé… —respondió él, con esa sinceridad que solo tiene quien ya ha perdido demasiado —. Sé que no es fácil. Los dos estamos atrapados en esto. Y si sirve de algo… yo también lo siento. Esa sensación de que no es una coincidencia. De que algo se acerca. Por eso… debemos prepararnos. Sea lo que sea, lo enfrentaremos. Juntos.

—Estoy de acuerdo. No importa qué suceda. No importa qué venga. Porque no importa si tuviste una vida pasada… en esta vida, tú y yo somos gemelos. Eso es lo que importa.

—Sí…

Sentí su mano buscar la mía bajo las sábanas. La apretó con fuerza. Con una decisión silenciosa. Con la promesa implícita de que pase lo que pase, él no iba a huir.

—Te amo, Lucy.

—Y yo te amo a ti, Issy.

Sonreí. Cerré los ojos.

—Oye, Lucy.

—¿Sí?

—Tengo sed…

—Ya duérmete.

—Okey…

More Chapters