Cherreads

Chapter 5 - Capítulo 5: El Caos del Despertar

*JUAN*

No estaba tan borracho como para no darme cuenta de lo que sucedía a mi alrededor, pero eso no significaba que estuviera en mis cabales. De hecho, ya me costaba mantener el equilibrio cuando me levantaba, y el alcohol seguía fluyendo sin piedad, como si el bar entero estuviera conspirando para que me hundiera en un mar de risas y jolgorio.

La fiesta seguía, y por lo visto, el caos no solo estaba tomando lugar en las luces de colores, sino también en el rincón donde Daniel y las chicas parecían haber hecho su propio pequeño universo. Ahí estaba él, recostado en el sillón, casi como una especie de muñeco de trapo. No era fácil ser el centro de atención, especialmente cuando te encuentras tan destruido por la cantidad de alcohol que llevas encima.

Y las chicas… ellas no perdían oportunidad. Valeria, como siempre tan decidida, estaba sobre la pierna izquierda de Daniel, provocativa y riendo como si estuviera a punto de hacer algo irreparable. Laura ocupaba la pierna derecha, y aunque su actitud era un poco más tranquila, no se resistía a tocarlo con sus uñas, como si fuera su pequeño experimento en ese momento. Mariana, a la derecha de la cabeza de Daniel, le hablaba con una sonrisa burlona, mientras Sofía estaba justo a la izquierda, mirándole con esos ojos brillantes y traviesos.

Las chicas estaban disfrutando de la situación, y Daniel… bueno, Daniel estaba casi dormido. De vez en cuando, levantaba la cabeza con dificultad, solo para ver cómo esas cuatro se burlaban de él y lo tocaban como si estuviera en una especie de show. ¿Pero qué podía hacer? Estaba tan fuera de sí que ni siquiera podía reaccionar como hubiera querido.

"¡Despierta, campeón! ¡¿Dónde está el serio de la oficina?! ¡Te nos duermes como un niño!" escuché a Mariana decir, mientras le pasaba el rimel por las pestañas, haciendo que Daniel abriera los ojos brevemente, pero no lo suficiente como para mantenerlos abiertos por mucho tiempo.

Sofía, que no perdía detalle, le puso un poco de labial rojo en los labios, mientras las demás reían entre sí. Era una especie de juego, pero muy peligroso si me preguntaban. Las chicas estaban disfrutando cada minuto, y Daniel, bueno, solo reaccionaba a duras penas.

No pude evitar reírme un poco. ¿Qué más podía hacer? Yo también estaba bastante ebrio, pero había algo en la escena que no podía dejar pasar. Daniel estaba tan fuera de combate que ni siquiera se dio cuenta de lo que le estaban haciendo. Y entonces, una idea brillante cruzó por mi mente. Tomé mi teléfono, y mientras observaba el cuadro perfecto de su rostro adormilado y las chicas jugando con él, no dudé ni un segundo. Saqué una foto.

"Esto se va a poner bueno mañana," murmuré para mí mismo, enviando la foto al grupo de WhatsApp con un mensaje que decía: "Miren esto… El jefe más serio de la oficina, todo borracho y a la merced de las chicas. Este va directo al archivo."

Luego, guardé el teléfono con una sonrisa traviesa, viendo cómo el caos seguía su curso. Sabía que Daniel no iba a recordarlo, o al menos eso pensaba. Mañana, cuando se despertara y viera el desastre, las risas iban a ser épicas.

"Esto… esto va a ser divertido," pensé, dejando que las chicas siguieran con su juego mientras yo me retiraba un poco para disfrutar del resto de la fiesta.

El verdadero espectáculo comenzaba cuando el sol saliera.

****

*DANIEL*

Apenas podía abrir los ojos. Todo estaba nublado, difuso, y mis pensamientos se sentían como una maraña en mi cabeza. Los sonidos eran lejanos, pero podía escuchar las risas. ¿De quién? No lo sabía, pero estaba seguro de que se estaban riendo de mí. Las voces de las chicas, sus risas agudas, parecían resonar más cerca de lo que debía, como si estuvieran encima de mí, alrededor de mí, como si no pudiera escapar.

Sentí una ligera presión en mi pecho, y no entendí muy bien qué estaba pasando, pero podía sentir sus toques suaves, como si sus dedos rozaran la tela de mi camisa. ¿Qué estaban haciendo? No tenía idea, pero el alcohol me había nublado tanto que no podía distinguir si era real o solo producto de mi mente borracha.

Lo que sí sabía, y de alguna manera lo sentía con claridad, era que sus manos me tocaban, presionaban levemente mis mejillas y mi cuello. No sabía si lo estaban haciendo en forma de juego o si realmente querían que algo pasara, pero me sentía atrapado entre el sueño y la realidad.

Todo lo que quería era irme a casa, descansar, dejar que las imágenes nubladas desaparecieran por completo. Mi cuerpo pedía a gritos el alivio de un descanso, pero las voces no me dejaban en paz. Valeria, una de las que parecía estar más cerca de mí, no me dejaba en paz.

"Vamos, campeón, no te vas a ir así. No hasta que decidas qué vamos a hacer esta noche," dijo su voz, divertida pero con un tono que me decía que no era una sugerencia, sino una exigencia.

Yo solo quería descansar, quería salir de ese lugar, de esa situación. Todo me parecía un caos, como si hubiera sido arrastrado hasta ahí, a este punto sin poder retroceder.

"Ya es tarde…" murmuré, más para mí mismo que para ellas. "Quiero irme a casa. Necesito dormir…"

Mi voz estaba entrecortada, pero lo dije con una desesperación silenciosa. No quería estar allí. No quería estar atrapado en ese círculo de risas y burlas. Solo quería cerrar los ojos y despertar en mi cama, solo, sin nadie alrededor, sin risas, sin esa sensación de ser parte de una escena de la que no podía escapar.

Pero no me dejaron ir. La presión en mi pecho aumentó y sentí cómo las chicas seguían riendo, un sonido que me martillaba en la cabeza. Y entonces, con una claridad momentánea, logré decir algo más.

"No dejaré que me beses otra vez, Valeria…"

En cuanto pronuncié esas palabras, las risas cesaron por un instante, y sentí cómo las chicas se callaban, como si de alguna manera se hubieran detenido en seco al escuchar mi declaración. Yo no sabía si era porque me lo tomaban en serio o simplemente era parte del juego. Pero me sentía vulnerable, casi como si estuviera expuesto de una manera que no entendía bien, sin poder evitarlo.

La respuesta que vino luego fue un silencio incómodo, que me hizo sentir como si todo hubiera cambiado de golpe. Un segundo después, las chicas comenzaron a reír de nuevo, pero era una risa más contenida, como si las palabras que acababa de decir las hubieran hecho pensar por un momento.

"Lo has dicho, campeón… ¿Pero ¿quién te va a creer?" dijo Mariana, de alguna manera burlona, pero también con un tono más suave.

Valeria, por su parte, siguió con una sonrisa traviesa, sin dejar de jugar con mis pensamientos. "¿De verdad piensas que te vas a librar tan fácilmente?"

No sabía qué responder. Estaba completamente atrapado entre mis deseos de irme y la realidad de lo que estaba pasando. Estaba cansado, borracho, y confundido, pero las chicas no me dejaban escapar. Seguían ahí, alrededor de mí, como si quisieran que tomara una decisión. Pero, sinceramente, en ese momento, solo quería que todo se detuviera.

Sentí como me levantaban del sillón, aunque mi cuerpo no respondía. Mis piernas estaban demasiado flojas, y me costaba mantener los ojos abiertos, incluso si lo intentaba con toda mi fuerza. Un parpadeo, y de repente estaba en un lugar diferente. Cerraba los ojos, y al abrirlos nuevamente, me encontraba en otro sitio, como si el mundo estuviera dando giros que no podía controlar. Todo se mezclaba en mi mente, difuso, como si el alcohol estuviera tomando el control de mi cuerpo.

A mi derecha, Valeria y Mariana me ayudaban a mantenerme de pie. Podía sentir sus manos sobre mi brazo, guiándome, aunque no entendía por qué me sostenían. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué no podía pensar con claridad? A la izquierda, Laura y Sofía se acercaban para equilibrarme, cuidándome como si fuera un niño que apenas sabía caminar. Todo lo que podía hacer era seguirlas, sin saber qué rumbo tomábamos.

Lo único que lograba distinguir eran sus rostros, borrosos, con sonrisas que se volvían más evidentes a medida que me costaba mantenerme alerta. Sus mejillas estaban sonrojadas por el alcohol, y eso me hizo darme cuenta de lo mucho que ellas también estaban ebrias. Algunas se reían suavemente, otras murmuraban palabras que no entendía. Estaban casi tan perdidas como yo, pero de alguna manera, todo seguía adelante.

De repente, algo comenzó a surgir en mi mente. Recuerdos del rincón del bar, de lo que había pasado antes. Recordaba el toque suave de Valeria en mi rostro, el susurro en su voz, y la cercanía con la que casi había caído en un beso. Sentí cómo mi cuerpo se calentaba al recordar ese momento, esa cercanía que me había hecho sentir incómodo y confundido, pero también algo más que no sabía cómo manejar.

La vergüenza me invadió de inmediato. No sabía cómo había llegado a este punto, ni cómo había permitido que todo llegara tan lejos. ¿Por qué me sentía tan extraño? ¿Por qué recordaba eso justo ahora? Cada vez que intentaba pensar con claridad, solo me encontraba atrapado entre la confusión y el calor que recorría mi cuerpo.

"Vas a estar bien, campeón," dijo Mariana, acercándose más a mí y dándome una palmada en la espalda, como si todo estuviera bajo control. Pero nada estaba bajo control. Yo no estaba bajo control.

Valeria, caminando cerca de mí, me miró con una sonrisa que parecía tener algo más detrás. No podía decir si estaba realmente preocupada por mí o si solo disfrutaba ver mi incomodidad. Ella había estado tan cerca, tan cerca de mí antes, y eso aún me hacía sentir el calor en el rostro.

"Solo sigue caminando, no te preocupes," me susurró Valeria, como si supiera lo que estaba pasando en mi mente. "Ya casi llegamos."

Pero no llegábamos a ningún lado. Solo me movía de un lugar a otro, como si estuviera atrapado en un sueño del que no podía despertar. ¿Qué querían de mí? ¿Qué estaba pasando?

Finalmente, me senté en un lugar, aunque no sabía cómo había llegado allí. Todo estaba demasiado nublado para entenderlo bien, pero lo único claro era que las chicas seguían a mi alrededor, riendo, cuidándome, pero con una intensidad que me dejaba más confundido que antes.

****

El sol atravesaba las cortinas de la ventana, golpeando mi rostro con una luz insoportable. Apenas podía abrir los ojos; un dolor punzante me atravesaba la cabeza como si alguien estuviera martillando dentro de mi cráneo. Todo a mi alrededor daba vueltas mientras intentaba recomponerme y entender dónde estaba.

Cuando traté de moverme, sentí un peso extraño sobre mi cuerpo. Había algo que me inmovilizaba. O mejor dicho, alguien. No, varias personas. Mi respiración se aceleró de inmediato. Deslicé la mirada hacia abajo y vi un brazo descansando sobre mi pecho, delicado y suave, cuyos dedos apenas se aferraban a la tela de la sábana. Intenté girar mi cuello para ver mejor y, al hacerlo, me encontré con rostros familiares.

Valeria estaba a mi lado, su cabello desparramado sobre la almohada, con su respiración tranquila y rítmica. Sus facciones lucían calmadas, completamente ajenas al caos que se desataba dentro de mi cabeza. Al otro lado, Laura estaba acurrucada contra mi brazo, su postura despreocupada como si aquella fuera la cosa más normal del mundo. Más allá, Sofía dormía con la cabeza apoyada en mi hombro, mientras Mariana se mantenía abrazada a mi cintura como si fuera una almohada gigante.

Mi mente se congeló. Todo mi cuerpo se tensó al procesar lo evidente. Estaba desnudo. Ellas, cubiertas con la misma sábana que me envolvía, también lo estaban. No había duda. El calor subió hasta mi rostro al darme cuenta de lo que eso implicaba. Quise convencerme de que no significaba nada, que tal vez no era lo que parecía, pero el vacío en mis recuerdos de la noche anterior no ayudaba.

Intenté moverme con cuidado, pero el menor gesto hacía que alguno de los cuerpos que me rodeaban se ajustara más a mí, como si inconscientemente se resistieran a que me apartara. Sus manos, suaves pero firmes, me envolvían desde distintas direcciones, y la calidez de sus cuerpos atravesaba la tela fina de la sábana, quemándome como brasas.

Cada vez que cerraba los ojos en un intento de calmarme, la memoria me devolvía destellos de la noche anterior: risas, copas vacías, las luces del bar, y luego... Valeria. Su rostro, su sonrisa traviesa, y la forma en que sus labios habían estado peligrosamente cerca de los míos en ese rincón oscuro. Mi pecho se llenó de un calor vergonzoso al recordar ese momento. Intenté apartar el pensamiento, pero el peso de la situación actual lo hacía imposible.

Con mucho cuidado, deslicé los brazos y el torso para liberarme de los agarres que mantenían Valeria y Mariana alrededor de mi cintura, mientras Laura y Sofía parecían sujetarse de mi brazo como si dependieran de ello. Mi respiración se contenía cada vez que alguien se movía, temiendo que alguna despertara, pero finalmente logré salir de la cama.

El aire frío de la habitación me golpeó de inmediato, recordándome lo expuesto que estaba. Al agacharme, encontré mi ropa interior tirada en el suelo, arrugada junto a otras prendas que probablemente pertenecían a ellas. Me la puse apresuradamente, tratando de no pensar demasiado en lo que significaba que todo estuviera ahí, desparramado como si hubiera ocurrido una tormenta.

Caminé hacia el baño casi a tientas, cerrando la puerta con cuidado para no hacer ruido. La luz blanca del lugar me cegó al encenderla, y me dirigí al lavabo para lavarme la cara. El agua fría contra mi piel era un alivio momentáneo, pero apenas levanté la vista y vi mi reflejo, todo el peso de la noche anterior volvió a caer sobre mí.

Mi cuello y clavícula estaban llenos de marcas rojizas y moradas que no podían confundirse con otra cosa. Chupetones. Bajé la mirada hacia mi torso, y las señales seguían allí: pequeños moretones en los hombros, líneas rojizas en el pecho y hasta rasguños en mi espalda, visibles al girar ligeramente. Incluso en mis labios había restos de labial, una evidencia imposible de ignorar.

El horror mezclado con la confusión se apoderó de mí. Llevé las manos a mi cabeza, intentando recordar algo más allá de los destellos borrosos que tenía en mi mente. Todo estaba fragmentado. No había forma de saber qué había sucedido con exactitud, pero mi cuerpo contaba una historia que no podía ignorar.

"¿Qué demonios pasó anoche?", murmuré para mí mismo, mi voz baja y llena de incredulidad. La sensación de calor en mi rostro regresó al mirar de nuevo las marcas en mi piel.

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