Dentro de una cueva en la segunda capa del Bosque Púrpura, una manada de lobos grises se enfrentaba a un grupo de escorpiones de cristal. Ya habían caído varios lobos, y se podían ver un par de escorpiones inertes sobre el suelo. La batalla estaba en su punto más alto, y el aire estaba cargado con el edor a sangre y veneno.
Arthur, escondido tras unas rocas, observaba la escena con el rostro pálido. Se había apresurado a huir de unos ciempiés y, al llegar a la cueva, estaba listo para buscar refugio… hasta que aparecieron más escorpiones y una manada de lobos.
En ese momento, casi le da un infarto.
No le quedó más remedio que ocultarse y esperar, atrapado en medio de una brutal masacre entre bestias.
Calma, Arthur… se dijo a sí mismo. Solo debo esperar a que se cansen y se vayan… o se maten entre todos. Entonces podré escapar.
Mientras intentaba convencerse, el cuerpo de un escorpión salió volando y cayó a escasos centímetros de golpearlo.
—¡Mierda! —susurró—. Por poco… Estos lobos grises son muy fuertes.
Metió la mano en su bolsa y sacó su Bestiario de Lost. Lo abrió con rapidez y leyó:
Lobos grises
Clasificación: 1 corona
Descripción: Lobos de pelaje grisáceo, cazadores estratégicos que atacan en emboscada.
Rango recomendado: Bronce.
—Cazadores estratégicos… genial —murmuró—. Y hay seis de ellos… y, como si no fuera poco, también están esos ocho escorpiones de cristal… maldición.
Mientras Arthur planeaba sus movimientos, otros dos escorpiones salieron disparados. Aunque su nombre sonara frágil, eran robustos y aguantaban varios golpes. Los lobos, por su parte, empezaban a debilitarse por el veneno.
A medida que el número de bestias disminuía, Arthur comenzaba a tener esperanzas de salir con vida y conseguir los materiales que necesitaba. Pero justo en ese instante, un rugido resonó en la cueva.
Desde la entrada, un lobo más grande que los demás apareció. Su imponente aura hizo que Arthur quedara helado. Y, tras los cristales al fondo de la cueva, emergió un escorpión oscuro, más grande y amenazante que los demás.
Arthur intentó moverse, pero sus piernas no respondían.
Lo que Arthur no sabía era que cuando muchas bestias de una misma especie se reunían, a veces una de ellas evolucionaba y se convertía en alfa. Y justo ahora, tenía a dos alfas a unos metros de él.
Tranquilo… Aún no te han descubierto. Si logro llegar a la entrada… puede que consiga escapar, pensó, tratando de mantener la calma.
Con un aullido, el lobo alfa se lanzó contra el escorpión oscuro. Las demás bestias no pudieron hacer nada; fueron arrasadas por los dos titanes hasta que solo quedaron ellos dos.
El escorpión golpeó al lobo con su aguijón, lanzándolo por los aires, pero este, ágil, ajustó su postura en pleno vuelo y contraatacó con un mordisco feroz. El escorpión logró clavarle el aguijón una vez más, pero el lobo, negándose a soltarlo, le arrancó el aguijón de un mordisco.
Aunque victorioso, el lobo ya tenía el veneno recorriéndole las venas. Tambaleante, recibió una herida profunda en el lomo tras un nuevo ataque del escorpión, pero esquivó el siguiente intento, se abalanzó sobre la cabeza de su enemigo y, de un mordisco brutal, se la arrancó. El escorpión oscuro cayó sin vida.
El lobo alfa quedó de pie, triunfante, pero exhausto y herido.
Mientras tanto, Arthur seguía evaluando sus opciones.
Mierda… Fue imposible salir caminando con esas dos bestias. Y ahora… solo queda ese maldito lobo alfa, pensó con desesperación.
Miró alrededor, buscando una ruta alternativa, pero lamentablemente, la única salida de la cueva seguía bloqueada por el lobo herido.
No queda otra opción… si quiero salir con vida… debo matarlo.
Resuelto tomó dos bolas de acero que había comprado en el gremio y, en cuanto vio su oportunidad, corrió hacia el lobo.
Antes de que la bestia se diera cuenta, Arthur lanzó ambas granadas. Estas impactaron de lleno, generando una explosión que dañó al alfa, aunque no fue suficiente para matarlo.
De pie frente a la imponente criatura, Arthur no sentía miedo. Sabía que su única oportunidad era ahora, mientras el lobo estaba debilitado y envenenado.
Apretó su daga con fuerza y, con una mirada desafiante, rugió:
—¡Maldita bestia… hoy me haré una sopa con tus huesos!
Y así, Arthur se abalanzó sobre la bestia.
Fin de capítulo.