En un mundo sumido en la oscuridad de la ambición y la traición, los ecos de una antigua leyenda resonaban en cada rincón del planeta. El Árbol del Edén, un coloso cuyas raíces parecían contener el pulso mismo de la tierra, se alzaba como un enigma en un rincón olvidado del mundo. Durante siglos, este árbol había sido el epicentro de las luchas más sangrientas y las alianzas más oscuras. Era la fuente de un poder que pocos podían comprender y que todos codiciaban.
Se decía que el Árbol del Edén no era de este mundo, pues había caído del cielo como un fragmento de un reino divino, o quizás como castigo de un poder superior. De sus ramas brotaba cada 1000 años un fruto especial, conocido como Lux Aeterna. Quienes conseguían consumir este fruto único adquirían un poder ilimitado, suficiente para forjar el destino del mundo. Pero el Árbol albergaba un don más oscuro: las mafias que juraban lealtad a su sombra obtenían habilidades extraordinarias gracias a una inexplicable conexión con sus raíces. Estas habilidades, llamadas Dones del Edén, abarcaban desde el control de los elementos hasta poderes más abstractos, como manipular el tiempo o materializar los miedos más profundos.
En las sombras de la historia, el Árbol también sembró el caos entre los pueblos. Las guerras libradas por su control devastaron ciudades enteras, dejando tras sí una humanidad dividida entre quienes creían en su divinidad y quienes temían su corrupción. Con el paso de los siglos, las mafias evolucionaron, adoptando oscuros rituales y pactos para mantener su conexión con el Árbol, convirtiéndose en los amos de un mundo que jamás conocería la verdad.
Una historia escrita con sangre
Se decía que, en una época lejana, se había designado un guardián para proteger el Árbol. Era un guerrero de poder incomparable, pero incluso él había sucumbido a la corrupción que emanaba de las raíces. Desde entonces, nadie había logrado encontrar el equilibrio entre proteger y ejercer el poder del Árbol. Cada nuevo intento terminaba en guerras interminables, dejando tras de sí un legado de destrucción y muerte.
Una noche, en un bosque remoto donde el Árbol había permanecido oculto durante generaciones, un grupo de gánsteres, liderado por una de las familias más antiguas, entró para reclamarlo. Entre ellos, una joven llamada Lucía, capaz de percibir los pensamientos ajenos, se detuvo en seco al oír un susurro en su mente: «Tu deseo será tu perdición». Antes de que pudiera reaccionar, las raíces del Árbol se alzaron, devorando al grupo en un instante. Desde entonces, corrieron rumores: el Árbol no elige a cualquiera, y quienes no son dignos encuentran su fin a la sombra.
La caída del primer guardián
Ahora, el mundo estaba al borde de otra gran lucha. La Lux Aeterna había comenzado a formarse de nuevo, y las mafias de todos los continentes ya movilizaban sus fuerzas. El tiempo corría, y la fragancia del fruto, que se decía solo percibían aquellos dignos de poseerlo, ya se había extendido por los vientos. En todos los rincones del planeta, se oían rumores de alianzas rotas y nuevas guerras que pronto comenzarían. Las sombras del Árbol se extendían, y el mundo se preparaba para un caos sin precedentes.
Una ciudad bajo las sombras
En el corazón de una ciudad que nunca dormía, entre callejones iluminados con neón y sombras que ocultaban más de lo que revelaban, yacía Akihiko Sora. A los 17 años, Akihiko era considerado un prodigio dentro de la mafia que lo crio. Su habilidad para manipular el vacío le otorgaba una ventaja que nadie más poseía. Donde otros necesitaban fuerza bruta o armas, él podía desintegrar barreras, crear espacios de silencio absoluto o incluso borrar objetos de la existencia misma.
Esa noche, mientras la ciudad bullía de vida nocturna, Akihiko se encontraba en la azotea de un edificio, mirando al horizonte con expresión impasible. Desde allí, podía observar una reunión en curso en un club exclusivo, donde los líderes de varias familias mafiosas habían comenzado a llegar. Esa noche se tomaría una decisión importante: unir fuerzas para recuperar el Lux Aeterna o sumergirse en una guerra sin fin.
El vacío y la decisión
Akihiko aferró la empuñadura de su katana, Kurai no Kiba, recordando las palabras de su mentor: «El Árbol nos da poder, pero también nos lo arrebata todo. Nunca olvides que incluso el vacío puede llenarse de ambición». La brisa nocturna le alborotó el cabello negro mientras descendía del edificio con un movimiento fluido, casi imperceptible. En las sombras, una figura encapuchada lo observaba.
Antes de que Akihiko pudiera reaccionar, un cuchillo atravesó el aire hacia él. Con un movimiento preciso, desintegró el arma en pleno vuelo usando su habilidad, dejando tras de sí un rastro de oscuridad que se disipó como humo. La figura retrocedió, pero Akihiko no la siguió. Sabía que pronto se enfrentaría a amenazas mayores que un simple espía.
«El juego ha comenzado», murmuró para sí mismo mientras se dirigía a la reunión. En su interior, una inquietud desconocida empezó a crecer. Algo en el Árbol, en su misma existencia, parecía susurrarle preguntas que nunca se había planteado.
La guerra por el Árbol del Edén había comenzado, y en su corazón, Akihiko sabía que no sería solo otro peón en este juego mortal.