Capítulo 7
(nota: Este capítulo es corto, lo sé. Lo he escrito así para tener algo listo que puedan leer cuanto antes y así recibir opiniones diferentes. Sé que puede parecer breve, pero me interesa mucho conocer qué les parece, qué funciona y qué no. Gracias por acompañarme en este proceso.)
Estaba en clase cuando una pantalla flotante apareció frente a mis ojos. Brillaba con una tenue luz azulada, suspendida en el aire como si desafiara todas las leyes de la física.
A pesar de lo llamativo que era, nadie a mi alrededor pareció notarlo. Todos seguían tomando apuntes, escuchando al profesor… como si nada hubiera pasado.
Pero lo que realmente atrapó mi atención fue el mensaje que parpadeaba en el centro:
{El Último Caminante se ha unido al chat}
Hasta ahí, todo era relativamente normal. A estas alturas, ya me había acostumbrado a las notificaciones del grupo: cada nuevo miembro llegaba con su propio apodo extraño, su propio perfil enigmático.
Pero esta vez fue diferente.
Unos segundos después de que el nuevo miembro ingresara, la pantalla emitió un parpadeo distinto. Más intenso.
{El Último Caminante ha iniciado una transmisión}
Me congelé.
Eso no había pasado nunca.
Los miembros anteriores hablaban, compartían ideas, incluso discutían... pero nadie había iniciado una "transmisión".
No sabía qué significaba exactamente. ¿Un mensaje audiovisual? ¿Una visión? ¿Una memoria?
El chat, normalmente silencioso tras una nueva incorporación, explotó en actividad.
Extrovertida en Esteroides: ¡¿Una transmisión?! ¡Esto es nuevo! ¿Quién es el nuevo miembro?
Araña Trágica: Esto sí que es inusual...
Extrovertida en Esteroides: Si presionas "unirse a la transmisión", inicia lo que parece… una especie de video. Pero no es un video común…
Señor "No me pagan lo suficiente": Recomiendo precaución. No sabemos si esto es voluntario... o si el sistema lo está proyectando por sí solo.
La Reina de Hielo: Confirmado. Es una transmisión en tiempo real. No pregrabada.
Clan Slayer: …Estoy viendo.
Apareció una opción en la esquina inferior:
[UNIRSE A LA TRANSMISIÓN]
Dudé.
Pero al final, hice clic.
La imagen se tornó negra.
Por un instante… algo cambió.
El murmullo del aula desapareció. El roce de los lápices. Las páginas. Incluso el leve zumbido del proyector. Todo se desvaneció.
No fue un cambio brusco. Más bien, como si el mundo hubiese contuvo la respiración.
Pero yo no lo noté. Nadie lo notó.
Porque en cuanto la transmisión comenzó… ya no podíamos apartar la vista.
Luego, sonidos. Pesados. Pisadas sobre barro. El zumbido del viento.
Y entonces… lo vimos.
Una figura avanzaba entre la maleza. Iba cubierta de harapos, con un arma improvisada en la mano: un cuchillo largo y rudimentario, con una cuerda desgastada sosteniendo la empuñadura. Su respiración era agitada. El barro le cubría hasta las rodillas. Tenía el cuerpo cubierto de cicatrices. Parecía cansado. Pero sus ojos... estaban despiertos.
Un animal.
Un guerrero.
Un sobreviviente.
De pronto, se detuvo. Se tensó. El cuerpo ligeramente agachado.
Y entonces… corrió.
Sin mirar atrás. Sin vacilar.
Como si supiera que la muerte venía detrás de él.
el corrio, huyo de algo que parecia perseguilo.
Araña Trágica: ¿Está huyendo? ¿Qué lo persigue?
Extrovertida en Esteroides: ¡Ni siquiera lo vimos! ¡Ya va como alma que lleva el diablo!
Señor "No me pagan lo suficiente": No necesita ver. Lo siente.
Clan Slayer: Ya ha sido cazado antes.
Atravesó la maleza, descendió por una ladera, cruzó un arroyo contaminado. No dijo una sola palabra. Solo corría. Respiraba con fuerza. Pero no gritaba. No pensaba en pedir ayuda.
No en su mundo.
Llegó a una estructura oxidada. A medio enterrar en barro y raíces. Un refugio improvisado. Parecía que se iba a desmoronar si alguien respiraba cerca de él.
Pero él entró con confianza y empenso a empacar.
No dudó.
No revisó dos veces.
Solo lo esencial.
Y luego volvió a salir.
Corriendo.
El Buda de Escritorio: Su mundo no permite el descanso. Ni siquiera cuando estás "a salvo".
La Reina de Hielo: ¿Siempre vive así…?
Extrovertida en Esteroides: ¿Cuánto tiempo puede alguien vivir así sin romperse?
Durante un tiempo, lo único que hizo fue correr.
El terreno cambiaba. Pasó de ruinas urbanas cubiertas de vegetación negra, a planicies llenas de esqueletos metálicos. Torres caídas. Vehículos oxidados. Los restos podridos de una civilización extinguida.
Y aún así… ni una palabra.
Solo pasos. Respiración. El constante sonido de una radio estática que apagó en cuanto notó su error.
El aire se volvió más denso. Más oscuro. Cambió. Como si algo invisible lo contaminara.
Señor "No me pagan lo suficiente": Está bordeando una zona peligrosa. Se nota por su respiración contenida.
La Reina de Hielo: Mira cómo lanza ese pedazo de carne al lago...
El agua respondió. Una criatura emergió. Garras. Parásitos colgando. Tragó la carnada y desapareció.
Él no se sorprendió. Solo asintió con la cabeza.
—Y así es como se mantiene vivo uno —susurró el audio de la transmisión, su voz áspera, como si no hubiera hablado en días.
No gritaba. No dramatizaba. Solo constataba un hecho.
Vivía en un infierno. Y lo conocía bien.
Y siguió caminando.
El cielo se volvía gris. No el gris normal de una tarde nublada, sino ese tono sucio, denso, que parecía pesar sobre la piel. Las sombras se alargaban, y el viento traía consigo un olor metálico… y a carne húmeda.
Avanzó por un camino cubierto de enredaderas negras. A lo lejos, una silueta: una estación eléctrica colapsada, apenas visible entre los árboles retorcidos. Parte de la estructura estaba cubierta de tierra. La entrada tenía marcas profundas.
Garras.
Grandes.
Pero viejas.
Se detuvo un segundo. Luego siguió adelante, cuchillo en mano.
Araña Trágica: ¿Está entrando ahí…? ¿Después de ver esas marcas?
Extrovertida en Esteroides: ¡¡¿ESTÁ LOCO?!!
Señor "No me pagan lo suficiente": No es valentía. Es necesidad.
Clan Slayer: ...Él ya hizo cálculos. Está dispuesto a arriesgarse.
La cámara —si es que era una— seguía mostrando cada paso desde su punto de vista. Entró en la estructura. El aire era espeso. Oscuro. Un silencio extraño lo envolvía todo.
Avanzó despacio.
Tres pasos.
Se detuvo.
Un chillido.
Agudo.
En lo alto.
Miró al techo. Allí estaban.
Murciélagos.
Gigantes.
De alas podridas y ojos brillantes. Colgaban en racimos.
Él no vaciló.
Sacó lo que parecia un petardo de su cintruron.
Lo encendió.
Y lo lanzó hacia el rincón más oscuro.
Luego, se cubrió los oídos.
¡PUM!
Extrovertida en Esteroides: ¡¡AHHH!! ¡¡Eso fue como una mini bomba!!
Araña Trágica: ¡Los está sacando a todos de un golpe!
Señor "No me pagan lo suficiente": Esa calma. Lo tenía planeado. Probablemente ha hecho esto antes.
La Reina de Hielo: No deja nada al azar. Es metódico… hasta en la desesperación.
Los murciélagos chillaron. Una decena de ellos salió volando enloquecidos. La mayoría escapó.
el investigo el lugar y sucedio, uno que se quedo atras lo tomo desprevenido, ahora tenia una herida
Nada profundo.
Pero lo notó.
El gesto en su rostro cambió.
Algo no estaba bien.
Se miro en el reflejo oxidado de una chapa.
Abrió su mochila. Sacó una linterna, un cuchillo, y un frasco con un gel negro.
Estaba tranquilo.
Tranquilo como alguien que ya ha hecho esto muchas veces.
Calentó la hoja hasta ponerla al rojo vivo.
Inspiró hondo.
Y la presionó contra su propia piel.
¡TSSHHHH!
Silencio.
Araña Trágica: …No gritó.
Extrovertida en Esteroides: ¡¿Cómo puede no gritar?! ¡Eso lo quemó vivo!
El Buda de Escritorio: Ha aprendido a bloquear el dolor.
Clan Slayer: ...Es su rutina.
El vapor de la carne quemada llenó la pantalla. Una pequeña nube verdosa brotó de la herida, confirmando la toxicidad.
Se aplicó el gel con la mano izquierda, despacio. Respiraba agitado. El cuerpo le temblaba. Pero no se detuvo.
"Murciélago de pantano…" murmuró, reconociendo la criatura.
Luego se recostó en una esquina. Cuchillo en mano. Los ojos abiertos. Como un animal herido.
Esperando la noche.
La Reina de Hielo: La forma en que su cuerpo apenas se relaja… es como si no supiera lo que es el descanso.
Araña Trágica: Está exhausto… pero sigue en alerta. Como si dormir fuera traicionar su instinto.
Señor "No me pagan lo suficiente": En su entorno, dormir sin garantías es una sentencia de muerte.
El silencio en la transmisión se volvió espeso.
El ambiente se oscurecía más allá de la pantalla, y no solo por la caída del sol en su mundo. Todo lo que transmitía esa escena —el olor imaginado del aire viciado, la amenaza invisible al acecho, la tensión perpetua en su cuerpo— comenzaba a afectarnos a todos.
Y él… seguía inmóvil. Respirando.
Esperando.
No parecía que fuera a moverse pronto.
No había música de fondo. No había narración. Solo la crudeza de una vida que se extendía entre emboscadas y veneno.
Un murciélago lo había herido. Y él lo resolvió con fuego.
Pero el fuego no había terminado de irse de sus ojos.
Y entonces, tomé una decisión.
Decidí dejar de ver.
No porque no soportara lo que pasaba.
Sino porque sabía que esa era solo la calma antes de otra tormenta.
Y, por alguna razón que no podía explicar, sentí que no estaba preparada… no todavía.
Cerré la ventana de la transmisión.
Volví a mirar mi aula.
Todos seguían en clase, como si nada hubiera pasado.
Como si no acabaran de presenciar a un hombre cauterizándose el cuello con un cuchillo al rojo vivo… para poder seguir sobreviviendo un poco más.
Cerré la ventana de la transmisión.
Volví a mirar mi aula.
Todos seguían en clase, como si nada hubiera pasado.
Como si no acabaran de presenciar a un hombre cauterizándose el cuello con un cuchillo al rojo vivo… para poder seguir sobreviviendo un poco más.
Un compañero tenía la mano levantada. Exactamente igual que antes de que hiciera clic.
El profesor estaba en la misma palabra. En la misma sílaba.
No había pasado ni un segundo.