Coliseo Cicatriz de Umbría.
---
Escena 1: La Arena del Olvido
El viento arrastraba cenizas sobre la arena de piedra negra. Ryn ajustó las vendas en sus manos, sintiendo el escozor de la runa en su antebrazo izquierdo: un símbolo indescifrable que brillaba con un fulgor pálido, como la luz de una luna ahogada en niebla. A su alrededor, miles de espectadores coreaban nombres de guerreros, pero el suyo nunca era pronunciado. Para ellos, era solo "el Lobo Fantasma", un Marcado sin pasado que sobrevivía por instinto.
—¡Luchará contra El Enmascarado de Thorn! —anunció un heraldo con voz metálica—. ¡Que las lunas decidan su destino!
El contrincante emergió de una trampilla: alto, con una armadura de huesos tallados y un yelmo sin rendijas. En su espalda, una runa de hielo centelleaba. Ryn apretó los dientes. Sabía lo que venía: el dolor punzante en su runa, el calor lunar inundando sus venas... y después, la oscuridad.
Escena 2: Furia Lunar
El primer golpe fue un latigazo de escarcha. El Enmascarado lanzó un puñal de hielo que Ryn esquivó por milímetros, pero una estocada posterior lo alcanzó en el hombro. La sangre caliente resbaló por su brazo, activando la runa.
Un zumbido.
El mundo se tiñó de azul. Las tres lunas —Zorya, Nocturne y Umbría— parecieron latir al unísono. Ryn se movió como un torbellino: esquivó, golpeó, rompió el yelmo de su enemigo con un puñetazo. Bajo la máscara, había un rostro juvenil, casi un niño, con ojos llenos de miedo.
—¡Detente! —suplicó el Enmascarado, pero Ryn ya no escuchaba.
Su mente se nubló. Vio destellos: dragones alados enjaulados, una voz grave que susurraba "encuentra la cicatriz". Cuando recuperó la conciencia, el Enmascarado yacía inconsciente, y la arena estaba partida en dos por un surco de energía lunar. Los espectadores enmudecieron.
---
Escena 3: Lord Valtor y el Precio de la Gloria
En el palco de ébano, Lord Valtor, patriarca de la Casa Umbría, inclinó la cabeza. Su máscara de plata —un dragón devorando su propio rostro— ocultaba cualquier emoción.
—Ese muchacho no es un Marcado cualquiera —murmuró a su asistente, una mujer con ojos de serpiente—. Vigílalo. Si vuelve a despertar *eso*, deberemos sacrificarlo antes de que atraiga miradas indeseadas.
Mientras, en los calabozos del coliseo, Ryn se hundió en un barril de agua helada para calmar el ardor de su runa. Las visiones persistían: un dragón de escamas negras, sus ojos como pozos de estrellas muertas.
—¿Ignavus? —masculló, recordando las leyendas que los esclavos susurraban.
Una sombra se materializó tras él: era Lira, envuelta en un manto de mercader.
—Tu runa... no pertenece a este ciclo —dijo, mostrando un pergamino con símbolos idénticos a los de su piel—. Si quieres respuestas, ven conmigo.
---
Escena 4: La Ofrenda de los Dragones
Esa noche, Ryn siguió a Lira hasta las Catacumbas de Zorya, un laberinto bajo el coliseo. En las paredes, frescos mostraban guerreros antiguos ofrendando sangre a dragones encadenados.
—Los Coliseos no son solo arenas —explicó Lira, trazando una georuna en el suelo para iluminar el camino—. Son templos donde las Casas drenan el poder de los dragones. Y tú... eres la llave para liberarlos.
Antes de que Ryn pudiera responder, un estruendo sacudió las catacumbas. Desde arriba, llegaron alaridos: Ignavus, el dragón guardian del coliseo, rugía como si sintiera dolor.
—¿Qué le pasa? —preguntó Ryn, cubriéndose los oídos.
—Alguien está intentando controlarlo —respondió Lira, pálida—. Y si fallan, este lugar será nuestra tumba.
---
Escena 5: El Sueño de la Cicatriz
Al regresar a su celda, Ryn se desplomó en un sueño agitado. Volvió a ver al dragón, pero ahora había un hombre a su lado: Kaelion, el traidor, con una runa gemela a la suya en el pecho.
—Ellos nos marcan para robar nuestra esencia —dijo Kaelion, señalando las cadenas de Ignavus—. Pero tú llevas la *cicatriz* que puede romper el ciclo.
Al despertar, Ryn encontró su runa sangrando. En el suelo, alguien había deslizado un mensaje: "La próxima luna llena, Valtor te sacrificará. Huye o muere".
---
Continuará...