La primera semana de clases fue un torbellino. Peter se esforzaba por recordar los nombres de sus profesores, los horarios de los pasillos y, sobre todo, cómo reaccionaría el "verdadero" Peter Parker ante cada situación. Sorprendentemente, no fue tan difícil como había imaginado. Las memorias de Peter, aunque fragmentadas, le daban una especie de guía instintiva. Lo más complicado era contener su nueva fuerza y agilidad en los movimientos cotidianos, evitando golpear puertas al abrirlas o tropezar con la gente de forma demasiado "elegante".
Las noches, sin embargo, eran su verdadera liberación. Queens se convirtió en su patio de juegos y su campo de entrenamiento. Con cada balanceo de telaraña, con cada salto entre tejados, se sentía más cómodo, más él mismo en este nuevo cuerpo. Perfeccionó sus lanzadores de telarañas, haciéndolos más compactos y eficientes. Incluso diseñó un traje rudimentario, cosido a mano con sudaderas viejas y gafas de sol modificadas, para evitar ser reconocido. No era el más estético, pero funcionaba.
Fue durante una de esas patrullas nocturnas que se ganó su nombre. Había detenido un robo en una tienda de conveniencia. Los ladrones, más torpes que peligrosos, terminaron pegados al techo con una cantidad ridícula de telaraña, gimiendo para que los bajaran. Cuando llegó la policía, un agente veterano miró el desorden, luego a la figura enmascarada que se preparaba para desaparecer.
"¿Quién diablos eres tú, chico?", preguntó el oficial, una mezcla de exasperación y asombro en su voz.
Peter dudó un segundo. "Soy... soy Spider-Man," dijo, el nombre sonando extrañamente bien en voz alta, casi como si siempre hubiera estado destinado a serlo.
El oficial solo sacudió la cabeza, una pequeña sonrisa formándose en sus labios antes de que Peter se lanzara hacia la noche. A partir de esa noche, los murmullos en las calles de Queens comenzaron a referirse a él como "ese chico araña" o simplemente Spider-Man.
Mientras tanto, en la escuela, la dinámica con MJ comenzaba a intrigarle. Ella no era como las otras chicas. No buscaba atención, no se reía de los chistes forzados de los chicos populares. Solía sentarse sola, dibujando en su cuaderno o leyendo un libro. Pero Peter, con sus sentidos agudizados, notaba las pequeñas cosas: la forma en que sus ojos observaban todo, la sutil curvatura de sus labios cuando algo le parecía absurdo, el brillo de inteligencia en su mirada.
En la clase de física, el profesor planteó un problema complejo sobre la trayectoria de un proyectil. La mayoría de la clase estaba en silencio, luchando. Peter, con la mente del antiguo yo y su propio intelecto, lo resolvió rápidamente. Levantó la mano.
"¿Sí, Parker?", preguntó el profesor, visiblemente sorprendido.
Peter dio la respuesta correcta, explicando los pasos con facilidad. Hubo un murmullo de sorpresa en la clase. MJ, sentada unas filas delante, giró ligeramente la cabeza. Sus ojos se encontraron con los de Peter por un instante, y esta vez, había algo más que un simple reconocimiento. Había una chispa de curiosidad, tal vez incluso una pizca de interés.
Después de la clase, Peter recogió sus cosas, notando que MJ todavía estaba en su asiento, guardando sus propios materiales. Él se acercó, sintiendo un leve nerviosismo que nada tenía que ver con villanos o balanceos a gran altura.
"Buen trabajo con ese problema", dijo ella, sin mirarlo directamente, mientras cerraba su mochila. Su voz era tranquila, pero no monótona.
"Gracias", respondió Peter, algo torpe. "Tú también lo habrías resuelto. Eras la única que parecía entenderlo."
Ella finalmente lo miró, y la intensidad de sus ojos oscuros lo tomó por sorpresa. "Quizás. O quizás estoy cansada de que los profesores esperen tan poco de nosotros." Hizo una pausa. "Dicen que el golpe en la cabeza te hizo más inteligente. ¿Es cierto?"
Peter sonrió, un poco nervioso. "Digamos que me abrió la mente a algunas cosas."
Ella asintió lentamente, una pequeña sonrisa asomándose en sus labios. "Interesante. Bueno, Peter Parker, no seas un extraño. O, ya sabes, sí, sé un extraño si eso es lo tuyo."
Con eso, se dio la vuelta y salió del aula, dejándolo con una sensación extraña y a la vez emocionante. MJ era diferente. Intrigante. Y a Peter le gustaba. Su nueva vida, como Spider-Man y como Peter Parker, estaba empezando a tomar forma, y las interacciones con Michelle Jones prometían ser tan inesperadas como sus aventuras nocturnas.