SELENE.
Miré las docenas de pantallas a mi alrededor, cada una reflejando el rostro enmascarado de los miembros del Consejo de V.I.D.A., sus caras ocultas por completo, igual que la mía. Aunque sabían de mi existencia y mi expediente, la seguridad era lo primordial.
—Entonces I.F.L.O. creó armas avanzadas con tecnología militar, incluyendo esa máquina con armamento pesado—, dijo un miembro del Consejo, reflexionando sobre lo que acababa de decir.
—¿Cómo deberíamos proceder, señora? Hace unos días destruimos una de las bases de I.F.L.O., conseguimos datos sobre objetivos a eliminar con varios de mis agentes, pero nada relacionado con experimentos sobre las máquinas armadas—, continúe, mi voz mostrando la tensión del momento.
El Consejo guardó un momento de silencio, reflexionando sobre mis palabras, evaluando los informes y las piezas de información que habíamos reunido.
Finalmente, el líder del Consejo rompió el silencio con una orden firme:
—Moonshade. Por ahora, movilicen sus fuerzas en el Sudeste Asiático y rediríjanse hacia una de las centrales de V.I.D.A. en Kazajistán. Allí debemos consolidar lo que tenemos y prepararnos para la siguiente fase. La información de I.F.L.O. sigue siendo nuestra prioridad, pero debemos encontrar cómo vincular esos experimentos militares con lo que nos están ocultando.
Asentí con la cabeza, a pesar de que sabían que no podían verme, la orden era clara. Había trabajo por hacer, y la pista en Kazajistán era clave.
—Entendido—, respondí con firmeza. —Nos movilizaremos inmediatamente.
El sonido de las pantallas apagándose fue el único eco en la sala, mientras me preparaba para lo que vendría. Cada paso, cada movimiento, tenía que ser calculado. Sabía que el enemigo no estaba lejos y que todo lo que habíamos descubierto solo era la punta del iceberg.
—Jefa, ¿qué hacemos ahora ? —Preguntó Cherry a mi lado, su voz contenida, pero con una inquietud que no se molestó en ocultar.
—Hacer lo que nos ordenaron,— respondí, apretando los puños, haciendo crujir los guantes de combate que llevaba puestos.
—¿Así que lo dejaremos así, sin buscarlo por todo el maldito lugar? —Su voz se quebró levemente, cargada de frustración y angustia contenida.
—Dos semanas buscando, Chester. Hemos hecho lo que pudimos en este tiempo. Si Leto sigue vivo… entonces nos encontrará, o nosotros a él… dependiendo de nuestra suerte—. Mi voz fue firme, aunque por dentro me estuviera rompiendo.
Sin mirar atrás, salí de la sala, dejando atrás las pantallas apagadas, el eco de nuestras decisiones y las sombras del pasado que aún nos perseguían.
—Hexa, ordena a aquellos tres que regresen a la base para poder movernos a Kazajistán en tres días,— ordené por el comunicador.
—Recibido.
—Silva, Cherry y Dante, preparen las cosas. Hay que acelerar el proceso para partir cuanto antes, y preparen equipo de invierno,— ordené de nuevo, sin detener el paso.
—Copiado,— respondieron los tres casi al unísono.
Me detuve en medio de la base. Los aviones rugían a la distancia, la carga era movilizada sin descanso, soldados de distintos rangos caminaban apresurados de un lado a otro, como si el mundo se estuviera moviendo demasiado rápido para detenerse siquiera a respirar. Y ahí estaba yo, inmóvil, observando todo en silencio.
Levanté la vista al cielo, como solía hacerlo. Las nubes eran espesas, grises y pesadas, cargadas de un mensaje que solo unos cuantos podían leer. Solté un suspiro. El humo salió de mis labios, blanco y suave, como un recordatorio de que el invierno se acercaba… aunque en estos lugares no era tan helado como lo sería en Kazajistán.
Y allá nos dirigíamos. A enfrentar tanto lo conocido como lo desconocido, una vez más.
****
LEONARDO.
—Treinta... Treinta y uno... Treinta y... Dos... —me dejé caer al suelo, sintiendo cómo cada músculo ardía con una mezcla entre esfuerzo y dolor. Mi cuerpo era prácticamente inútil por ahora, y aun así, tenía que seguir moviéndome, tenía que sentir que no había perdido todo.
—Bien, chico, al menos tienes fuerza para treinta flexiones con el cuerpo jodido,— se rió el tipo de Alemania, con ese acento marcado y una sonrisa burlona pero no cruel. Lo miré de reojo desde el suelo, sin fuerzas para responderle con algo que no fuera una mueca sarcástica.
—No me felicites... aún puedo patearte el trasero... si me arrastro lo suficiente— murmuré.
El alemán soltó una carcajada y me lanzó una botella de agua.
—Entonces arrástrate, soldado, vamos a ver si también puedes levantarte sin parecer un gusano.
Tomé el agua sin decir nada más.
El tipo se sentó a mi lado mientras bebía agua, con la mirada curiosa, aunque sin presionar demasiado.
—¿Y ese collar? No parece militar... ni muy nuevo, —dijo señalando el cordón negro con una pequeña medalla desgastada que colgaba de mi cuello.
Miré el collar un segundo antes de responder, pasándome los dedos por él con cuidado, como si fuera algo mucho más frágil de lo que aparentaba.
—Le perteneció a alguien... alguien que me protegió cuando estaba encerrado,— murmuré. —Un chico, tendría como catorce años, creo. Luis... ese era su nombre.
El alemán guardó silencio, respetuoso, atento.
—Cuando la anciana que me cuidaba murió, él fue quien se encargó de mí. Me daba su parte de comida cuando los traficantes decidían tirarnos algo... me cubría del frío, me mantenía con vida. Yo era solo un niño.
Tragué saliva. A pesar del tiempo, aún dolía.
—Después de que nos rescataron... no duró mucho. Una enfermedad. En unas semanas... se fue. Silencioso, rápido. Ni siquiera pude despedirme bien.
El alemán no dijo nada por unos segundos, luego simplemente asintió.
—Lo llevas contigo, —dijo con voz baja, casi respetuosa.
—Siempre,— respondí, cerrando la mano sobre el pequeño collar. —Él no tenía a nadie en ese entonces... pero me dio todo. Lo menos que puedo hacer es no olvidarlo.
El tipo bajó la mirada un segundo, pensativo, y luego volvió a hablar.
—¿Luis alguna vez te dijo si tenía familia? ¿Alguien que lo estuviera buscando?
Asentí despacio, sin mirarlo.
—Sí. Dijo que tenía padres... y hermanos, creo que dos. Siempre hablaba de ellos, como si no quisiera olvidarlos. Decía que era de California, de algún pueblo cerca de la costa, pero nunca mencionó un nombre exacto... como si temiera romper algo si hablaba demasiado de su pasado.
El alemán volvió a asentir en silencio, respetando cada palabra.
—¿Y tú? ¿También eres de ahí?
Negué con la cabeza lentamente, sin soltar el collar.
—Ya les dije... soy de Estados Unidos, sí... pero no recuerdo de dónde exactamente. Ni siquiera 'Leonardo' es mi nombre real. Me lo puso la anciana que me cuidaba... lo único que sé con certeza es que antes de que todo pasara, tenía una familia. Solo... no sé si ellos me están buscando todavía... o si alguna vez lo hicieron.
El silencio se alargó entre nosotros, pesado pero comprensivo. El tipo solo me dio una palmada en el hombro y se levantó, sin decir nada más. Agradecí que no insistiera. Hay heridas que no necesitan palabras, solo espacio para respirar.
Me quedé allí sentado un rato más, viendo cómo el tipo alemán se alejaba, pensando en todo lo que había pasado en estos últimos años. La verdad es que las preguntas de Selene aún resonaban en mi mente. ¿Realmente quiero seguir aquí?
La escuchaba una y otra vez, repitiéndose en mi cabeza, como una melodía cansada. Sabía lo que había respondido antes: No conozco otra cosa que no sea esto.
Pero ahora, en este momento, con el frío calando mis huesos y la imagen de Luis en mi mente, algo comenzó a hacer clic dentro de mí. Tal vez esa era la oportunidad, no para mí, sino para él. Luis nunca tuvo una oportunidad real de vivir, y yo... ¿acaso tenía una vida más allá de este caos?
¿Algo más que esta sombra interminable de violencia, entrenamiento, y supervivencia? Tal vez, para él, para ese chico que me cuidó cuando éramos solo dos niños perdidos en un mundo que no perdonaba, tal vez esta era su oportunidad para tener un final verdadero. Algo que ni él ni yo pudimos tener.
La pregunta de Selene me seguía martillando la cabeza. Yo había pasado ocho años desde los diez siendo entrenado, formado como una pieza más de este maldito engranaje. No me habían tratado mal, en realidad, siempre me dieron todo lo que necesitaba: entrenamiento, protección, y hasta un propósito, aunque fuera en medio de este desastre.
Incluso las bromas de Cherry, sobre que seguía siendo virgen, me hacían sentir... bueno, no del todo solo. Me daban la sensación de que aún había algo de humanidad en medio de todo esto. En algún punto me convencí de que todo lo que conocía, todo lo que había sido, era suficiente para mí. Era lo único que conocía, ¿no?
Pero ahora, con Luis en la mente, la cosa ya no era tan clara. Quizás mi vida, la que siempre había conocido, no era la vida que quería seguir. No para mí, sino para alguien como él. A veces, la gente en V.I.D.A. parecía pensar que me había resignado a vivir como un soldado para siempre. Tal vez ellos querían que yo dejara todo esto atrás. Tal vez ellos querían que yo tuviera una oportunidad real, como la que Luis nunca tuvo.
No lo sabía, pero... si eso es lo que querían para mí, si era lo que él hubiera querido para sí mismo, entonces tal vez era hora de reconsiderar todo. Quizás había algo más allá de todo esto, algo que nunca me habían dado, algo que ni siquiera sabía que existía. Un final. Un verdadero final.
Al caer la tarde regrese al hospital, caminando por os pasillos senti las miradas de los pacientes asi como del personal medico.
Todos tenian curiosidad de como fue que alguien bañado en sangre, cubierto de heridas y medio muerto llego aqui, y sigue aqui despues de tres semanas.
No es de extrañar este tipo de hostilidad o más bien, precaución hacia alguien como yo, que no dice mucho.
Mientras seguia caminando, me encontre con Lucía, que estaba recargada en el escritorio de la recepción, si es que se le puede llamr asi en este tipo de hosital con voluntariados.
—Leonardo, deberias estar reposando —me dijo Lucía al verme de pie.
Levante mi mano para detener cualquier sermón que me quiera dar, —estoy bien, necesito moverme para poder recuperarme mejor y mas rápido.
A lo que mi respuesta parecio no agradarle mucho,ya que se levanto y rodeo el mostrador hasta llegar a mi y tomarme del brazo —vamos a descansar, si termias peor habrás hecho que todo lo que hicimos por ti no haya valido la pena —refunfuño mientras me jalaba el brazo y me hacia caminar.
La mire de reojo mientras caminábamos.
Esta mujer no me conoce, solo la usan como medio para obtener algún tipo de información de mi, pero a pesar de eso, no parecía fingir del todo su preocupación. Tal vez era parte de su papel como voluntaria, o quizá simplemente era así. Una de esas personas que creen que aún pueden salvar algo de este mundo.
No dije nada. Me dejé llevar por ella, no porque tuviera razón, aunque en parte sí, sino porque no tenía ganas de discutir. Y porque, en el fondo, su contacto cálido en mi brazo se sentía extrañamente reconfortante. Llevaba años sin que alguien me tocara con tanta... suavidad.
—¿Sabes que todos aquí se preguntan quién eres, verdad? —soltó de repente, mientras caminábamos hacia las escaleras.
Asentí levemente. —Lo sé.
—Y no ayuda que no hables con nadie más que con ese alemán raro del ala oeste, —murmuró con una ligera sonrisa.
—Él no hace preguntas.
—Y yo sí.
La miré de nuevo, esta vez más directamente. Sus ojos marrones se cruzaron con los míos y, por un instante, pareció que ella también tenía cicatrices, solo que en otro lugar. Tal vez por eso no se alejaba.
Tal vez por eso me seguía hablando, incluso sabiendo que no obtendría muchas respuestas.
—¿Qué quieres saber, Lucía? —pregunté, al fin.
Ella me soltó el brazo suavemente y bajó la mirada. —Nada que no quieras contar, Leonardo.
Me quedé en silencio. Llegamos a la sala donde solía quedarme. Ella abrió la puerta y me hizo una seña para que entrara. Lo hice. No por obedecerla, sino porque, tal vez por esta vez, merecía al menos un intento de descanso.
Aunque fuera pequeño.
Lucía se quedó en la puerta por un momento, observándome. Luego dijo, en voz baja—: Si algún día decides confiar en alguien... aquí estaré.
Y se fue. Cerrando la puerta con suavidad.
Me senté en la cama, mirando el pequeño collar en mi mano. El de Luis.
'¿Realmente quieres seguir aquí...?'
No lo sé, Selene. Pero si existe una señal… tal vez se vea como esto. Tal vez se sienta como esto.
Y por primera vez en años… cerré los ojos sin tener miedo.
**
Más entrada la noche, me encontraba frente a ellos, rodeado de soldados, representantes de inteligencia y un par de rostros desconocidos que no se presentaron. Todos esperaban algo de mí. Información, ubicación de instalaciones, rutas de tráfico de I.F.L.O… Pero esta vez, yo también quería algo.
Me mantuve de pie, el vendaje aún fresco bajo la ropa, sintiendo la mirada de Lucía desde una esquina, callada, como siempre que la situación se volvía demasiado personal.
—Quiero hacer un intercambio,— solté, sin rodeos. —Tengo información valiosa sobre I.F.L.O. Detalles de movimientos, bases subterráneas, rutas poco conocidas… Pero no voy a dar nada aún.
Uno de los agentes de Estados Unidos se inclinó, cruzando los brazos.
—¿Qué pides a cambio?
Saqué el pequeño collar del bolsillo de mi chaqueta. El mismo que no me quitaba desde que salí de ese infierno.
—Que busquen a alguien por mí. No por mí, en realidad. Por él.
—¿Quién era?
—Luis. Tenía catorce años cuando murió. Me protegió durante los meses más jodidos de mi vida… cuando nadie más lo hizo. Compartió su comida. Me cuidó—. Respiré hondo antes de continuar. —Era de Estados Unidos. Dijo que vivía en California, en algún pueblo pequeño cerca de la costa. Nunca habló de apellidos, solo mencionó que tenía padres, hermanos… y que lo esperaban.
Algunos bajaron la mirada, otros solo escuchaban. Nadie interrumpió.
—Murió a las pocas semanas de que nos rescataran. Una enfermedad se lo llevó rápido. Nadie reclamó su cuerpo. Ningún familiar apareció. Y sé que han pasado ocho años… pero si queda alguien allá afuera, quiero encontrarlos. Quiero decirles lo que hizo. Que no murió solo. Que fue valiente. Que fue humano en un lugar donde la humanidad era casi inexistente.
El mismo oficial que había hablado antes suspiró, visiblemente más serio. —¿Y si no hay nadie que buscar? ¿Si toda su familia ya murió o jamás existió un registro real?
—Entonces habré intentado. Pero si sí existen… merecen saber la verdad—. Guardé el collar de nuevo. —Cuando tengan resultados, yo hablaré. Pero no antes.
Hubo un silencio tenso antes de que asintieran. —Está bien. Haremos lo posible. Revisaremos registros de desaparecidos, especialmente alrededor de la fecha que mencionas. No es una tarea sencilla, pero... lo intentaremos.
Asentí una sola vez. —Es todo lo que pido.
Mientras me giraba para irme, escuché la voz de uno de los oficiales murmurando algo al oído de otro. —¿Por qué hacer esto ahora… después de tanto tiempo?
No me detuve, pero pensé en Selene, en su pregunta, en todo lo que había vivido con V.I.D.A. desde los diez años.
—Porque para todos, incluso para ustedes, siempre fui el niño con mala suerte… Tal vez este sea mi primer acto de suerte real. No para mí. Para él.
Y con eso, me alejé de ellos… y de un pasado que por fin, empezaba a encontrar un cierre.
Dos días después, llegó la información.
Estaba solo en la pequeña sala de conferencias, una de las pocas que tenían pantallas funcionales en esta instalación improvisada, cuando la transmisión se activó. Las imágenes comenzaron a aparecer una tras otra, y no pude evitar quedarme inmóvil, viendo cómo desfilaban rostros de niños... todos con el nombre "Luis", la edad aproximada, y registros provenientes de distintos pueblos costeros en California.
—Noventa coincidencias iniciales—. Dijo una voz por el intercomunicador, seguramente uno de los técnicos que trabajaba con los estadounidenses. —El rango cubre desapariciones durante los últimos ocho años o más, ya que no hay certeza del tiempo exacto en que estuvieron secuestrados.
Vi desfilar cada rostro con una mezcla de ansiedad y cautela. Algunos eran latinos, otros afroamericanos, incluso asiáticos. Luego, uno a uno, fueron desapareciendo de la pantalla mientras se aplicaban los filtros: rasgos, raza, contextura. Buscaban a un niño caucásico, de rostro delgado, cabello claro y ojos intensos. Uno como el que recordaba cada noche.
El número bajó a la mitad. Luego a veinte. Después a diez. Mi respiración se agitaba sin que pudiera evitarlo. No sabía si tenía miedo de encontrarlo… o de no hacerlo.
Finalmente, quedaron siete.
Siete rostros.
Y ahí estaba.
Tercera imagen, segunda fila.
Congelé el tiempo al verlo.
—...Luis—. Mi voz se quebró apenas, un susurro salido entre los dientes.
Tenía el mismo corte de cabello que recordaba, esa sonrisa tímida en la única foto que tenían, como si alguien lo hubiera captado en medio de un momento feliz. El informe decía que había desaparecido con doce años.
Un paseo escolar, una tarde sin regreso. Dos semanas de búsqueda. Luego, silencio.
'Luis W. Carter. Ciudad costera. Padres vivos. Dos hermanos mayores.'
Sentí que mis piernas temblaban. Me apoyé en el respaldo de la silla frente a mí y cerré los ojos un momento.
Finalmente…
No era solo una cara.
Era él.
Estaba allí. Y su familia… también.
—¿Confirmamos que ese es el niño que busca? —preguntaron desde la sala de observación.
Asentí con fuerza, los ojos clavados en la pantalla, como si esa imagen pudiera desvanecerse si parpadeaba.
—Sí. Es él. Su nombre era Luis… y tengo que llevarles la verdad.
Me quedé ahí, mirando el rostro de aquel niño que me salvó la vida cuando yo no era más que un cuerpo roto en una celda oscura. Él me alimentó. Me protegió. Me trató como humano.
Ahora me tocaba a mí hacerlo humano ante su familia.
Porque ellos merecían saber...
Que Luis fue un héroe en el peor de los infiernos.
Y yo era prueba viviente de ello.
—Ahora es tu turno, Leonardo —dijo uno de los hombres del grupo de inteligencia estadounidense, mientras los representantes de otros países observaban en silencio desde sus asientos. El ambiente se volvió tenso, expectante.
No respondí de inmediato. Me levanté, me acerqué a una de las terminales viejas pero funcionales, y sin pedir permiso, me senté frente a ella. Había un murmullo leve detrás de mí, pero lo ignoré. Apreté los nudillos y tomé una respiración profunda. Luego, empecé a trabajar.
Los códigos comenzaron a aparecer en la pantalla. No era la primera vez que hacía esto. Hexa me enseñó bien… mejor de lo que muchos creyeron. Accedí a un servidor de baja seguridad como punto de entrada, luego fui saltando de nodo en nodo, envolviendo mis rastros, enmascarando mi señal con antiguos trucos que la propia V.I.D.A. usaba y que solo los entrenados conocíamos.
Entré.
Vi las primeras capas de información. Protocolos, movimientos sospechosos, contrabando de armamento, rutas de distribución de materiales biológicos, nodos de vigilancia en Europa del Este y Sudamérica, todo vinculado a I.F.L.O.
Descargué archivos, descomprimí carpetas cifradas, y abrí bases de datos que ni ellos sabían que existían. No eran datos oficiales de V.I.D.A., eran externos… resguardados en la sombra, manipulados por otras células rotas, infiltradas, o traidoras. Todo ese desastre oculto bajo capas de burocracia.
Cuando terminé, los almacené en un servidor seguro. Un mensaje parpadeó: Datos preparados para distribución segura.
Giré la silla y observé a todos los presentes, con el rostro pálido por el esfuerzo, pero firme.
—Ahí tienen —dije con la voz áspera. —Cada uno puede tomar una copia segura. Información de redes secundarias de I.F.L.O., bases abandonadas, tráfico reciente de recursos, rutas conocidas.
Uno de los británicos murmuró—: Y esto… ¿de dónde demonios lo sacaste?
—Lo recolecté yo mismo. Durante años.
Me quedé en silencio unos segundos más. Luego me enderecé y los miré a todos, uno por uno.
—Pero lo más importante… no está en esos archivos.
Vi cómo se inclinaban hacia adelante, esperando.
—Antes de que me encontraran… —proseguí lentamente —enfrenté algo que no figura en ninguna base de datos. No porque no lo hayan registrado… sino porque no quieren que nadie lo sepa. Una máquina. Armamento experimental. No un dron, no un vehículo... una unidad de combate autónoma, bípedo, blindado, con un sistema de rastreo y combate predictivo.
El salón se quedó completamente en silencio.
—¿Estás diciendo que peleaste solo contra una máquina de guerra de nueva generación? —preguntó alguien, con tono escéptico.
Asentí, sin titubeos, aunque era mentira, ya que sin mi equipo hubiera muerto esa noche apenas me tope con esa asquerocidad de arma.
—Y por eso terminé hecho pedazos. No tenía apoyo. No hubo respaldo. Solo estaba yo... y esa cosa. Y no, no la destruí. Solo la detuve el tiempo suficiente para que los demás escaparan. Lo que sea que esa tecnología representa… es lo que viene después. Si I.F.L.O. tiene acceso a eso, entonces todo lo demás no es más que el principio.
Las miradas entre los representantes cambiaron. Ya no era solo curiosidad. Era miedo.
Me alejé del escritorio, tomé mi abrigo y caminé hacia la salida. Antes de cruzar la puerta, me detuve sin girarme.
—Cumplí mi parte. Ahora me toca cumplir la de alguien más.
—Entonces… —la voz del francés, seca, casi un susurro entre los murmullos apagados, —es por eso que I.F.L.O. te quería muerto.
No era una pregunta. Era una afirmación. Un juicio lógico, frío. Como si armaran un rompecabezas con piezas a la fuerza.
Me detuve, apenas unos pasos fuera del cuarto. El pasillo estaba iluminado por luces blancas parpadeantes. No giré, solo hablé.
—Sí.
Mentí. Sin pestañear.
Dejé que lo creyeran. Que pensaran que eso tenía sentido. Que todo encajaba: la emboscada, la traición, las heridas, el silencio. Que la razón de por qué me querían muerto era esa máquina, ese archivo, esa información que acabo de entregar.
Pero no. En realidad… no tengo idea.
¿Por qué a mí? ¿Por qué no a Silva, que sabe más de táctica que yo? ¿Por qué no a Hexa, que tiene acceso a satélites? ¿Por qué no a Selene, que es la lider ?
¿Por qué yo?
La pregunta sigue ahí. Silenciosa. Como una daga clavada, justo en medio del pecho.
Pero no puedo detenerme en eso. No ahora. No cuando por primera vez… estoy a punto de cerrar un capítulo. Uno que no es mío.
Seguí caminando por el pasillo, sintiendo como las miradas aún se clavaban en mi espalda, creyendo la mentira que les di.
Y de algún modo, en este mundo torcido, eso también era una forma de protegerme.
***
ANUNCIÓ.
HOLA, QUERIDOS LECTORES.
AQUI DARKLEAVES.
SOLO PARA AVISARLES QUE A PARTIR DE ESTE CAPÍTULO NOS ESTAREMOS VIENDO CADA LUNES.
PARA QUE ESTA HISTORIA NO ACABE DE MANERA RÁPIDA Y PODER DISFRUTAR DE ESTA HISTORIA LLEGUE A TAL CONCLUSIÓN.
POR AHORA ES TODO, BUEN DÍA, BUENA TADE O BIENAS NOCHES, DEPENDIENDO A QUE HORA ESTES LEYENDO ESTO.
-DARKLEAVES-