Una nueva mañana bañó la Casa Hoshino con una luz dorada que parecía hecha de bendiciones. Los pájaros trinaban con entusiasmo y las hojas del cerezo centenario danzaban al compás del viento. Pero la calma se rompía con los ecos constantes de gritos, espadas y choques de cuerpos.
—¡Eso fue un corte decente, Kenji! Pero aún te falta pasión —gritó Azumi mientras esquivaba de forma acrobática una estocada del joven.
—¡Shizuka, si me sigues lanzando cuchillos mientras corro, me voy a tropezar contigo!
—¡Y por eso te los lanzo, Edu! ¡Para que aprendas a ver desde atrás también! —respondió ella, con una carcajada que mezclaba crueldad y diversión.
Edu giró sobre sí mismo, desviando un cuchillo con la espada de práctica, y se lanzó hacia Shizuka con un brillo juguetón en los ojos.
—¡No te preocupes, Shizu! Si me clavas uno, sólo tienes que darme un beso para compensarlo.
—¡¡Ni lo sueñes, insolente!! —le respondió ella, con un leve rubor que intentaba esconder tras una patada giratoria.
Zuzu, el gato flotante, bebía leche mágica desde una copa de cristal mientras aplaudía con sus pequeñas patas.
—¡Bravo! ¡Dignos del "Teatro del Caos Familiar"! ¡Mi obra favorita!
Azumi, siempre más serena, bloqueó un tajo de Kenji y murmuró:
—¿Coqueteando en medio del combate? Tu estilo es tan imprudente como tú, Edu.
—¿Imprudente o encantador? —dijo él, guiñándole un ojo con descaro mientras se lanzaba a la ofensiva otra vez.
La batalla continuó por más de una hora, como un perfecto equilibrio entre el entrenamiento intenso y el caos doméstico. La familia Hoshino no era normal… y eso los hacía especiales.
Desde el porche, Ibuki Hoshino observaba en silencio, su silueta como una montaña que jamás caería. El ex aventurero legendario, ahora padre de familia, se permitía una sonrisa orgullosa al ver a sus hijos y sirvientas crecer en fuerza y unidad.
Sakura, junto a él, tejía a mano un listón para el cabello de Edu —aunque sabía que él lo usaría como pulsera porque decía que le daba "puntos de estilo".
—Mira eso… ¿Te diste cuenta, Ibuki? Edu ya esquiva sin mirar. Y Kenji… su forma se ha vuelto precisa.
—Sí… Y no sólo eso. Han empezado a confiar el uno en el otro incluso en medio del caos. Son un equipo ahora.
En la pausa del almuerzo, los chicos descansaban en el césped, mientras Azumi y Shizuka preparaban limonada y arroz con carne.
—Entonces… —preguntó Edu, apoyado en su espada— ¿cuándo van a contarnos cómo acabaron siendo nuestras sirvientas letales favoritas?
Azumi levantó una ceja, pero fue Shizuka quien respondió con una carcajada baja.
—¿Letales favoritas? Con ese tono casi me enamoro.
—¿Casi? —dijo Edu con fingido dolor—. ¡Eso duele, mi bella ejecutora!
Shizuka se rió más fuerte, mientras Azumi servía las copas sin expresión.
—Está bien… Supongo que ya están lo bastante crecidos para saber —dijo Azumi finalmente.
Así, mientras comían, Azumi relató cómo había sido enviada como asesina del gremio de Irozaku para eliminar a Sakura por que representaba una amenaza para los líderes del gremio ya que estos tenían vínculos con los demonios. Pero cuando la enfrentó, Sakura desvió su hoja con calma, la tumbó al suelo y la abrazó.
—No sentí amenaza en ella —dijo Sakura suavemente—. Solo soledad. Le ofrecí un hogar… y lo aceptó.
—La única vez que alguien me venció fue dándome sopa caliente —agregó Azumi con sequedad.
Shizuka, por su parte, había sido una espadachina errante y ladrona. Intentó robar a Ibuki durante un viaje, y él la detuvo sin siquiera moverse.
—Me preguntó si quería seguir viviendo como basura… o entrenar como guerrera de verdad.
—Y elegiste ser criada con cuchillos ocultos en la falda —dijo Edu con una sonrisa pícara.
—¡Soy una sirvienta peligrosa y sexy, no lo olvides! —replicó Shizuka, lanzándole un panecillo que él atrapó con la boca.
Por la tarde, cuando todos descansaban en el jardín, la presencia de Kakashi se sintió como una ráfaga que detuvo el viento.
—Kakashi-sensei —dijo Edu, incorporándose con una sonrisa—. ¿Vienes a lanzarme a un volcán hoy?
—No. Vengo con algo más peligroso: una oportunidad —respondió el maestro, cruzándose de brazos.
Ibuki y Sakura se reunieron con él en privado por un momento, mientras los chicos jugaban con Zuzu. Al regresar, Ibuki miró a Edu con una expresión seria.
—Hijo… Tu maestro quiere recomendarte al programa de Exploradores Auxiliares del Gremio de Hakutai. No como guerrero aún, sino como estratega, apoyo y líder en entrenamiento.
—¿Líder? ¿Con mi altura de adolescente?
—Ya lo eres —interrumpió Kakashi—. Tus decisiones, tu análisis, y tu capacidad de motivar incluso a los más cínicos… eso es liderazgo. El gremio necesita cabezas frías y corazones firmes.
Edu, sorprendido, miró a su padre, a su maestro, y luego a sus sirvientas.
Shizuka le guiñó un ojo.
—Si aceptas, será bajo tu cuenta. Pero no te atrevas a morir antes de convertirme en tu guardaespaldas oficial.
—Y recuerda que deberás lavar tu propia ropa en la capital —añadió Azumi con frialdad.
Sakura le colocó el listón recién tejido en la muñeca.
—Ve y crea tu camino. Te estaremos esperando.
Edu asintió con una mezcla de emoción y nerviosismo. Se giró hacia Kenji.
—Oye… ¿recuerdas lo que prometimos?
—Hacernos más fuertes. Pase lo que pase —dijo Kenji, apretando su puño.
—Entonces no nos detengamos ahora.
Zuzu flotó al cielo, agitando su colita como una bandera de guerra.
—¡El pequeño Don Juan de los cuchillos se va a convertir en leyenda! ¡Y yo estaré para narrarla!
Y así, con una promesa entre hermanos, un listón en la muñeca y una mirada decidida en los ojos, Edu dio el primer paso hacia un destino que lo convertiría en el símbolo de una nueva era… aunque aún no dejaba de coquetear con las sirvientas.