Cherreads

Chapter 3 - "EL JUICIO DEL CAOS"

El cielo de Velhir estaba tan despejado que parecía pintado. La brisa jugaba con el pasto y las hojas, y nosotros hacíamos lo mismo, entre risas.

—¡Hinata, no vale esconderte detrás de Kenji! —gritó Edu con una enorme sonrisa, blandiendo un palo como si fuera una espada legendaria.

—¡No me estoy escondiendo! ¡Es una táctica estratégica de cobertura! —repliqué, levantando mi espada de madera.

—Táctica de cobardía, querrás decir —añadió Kenji, sin moverse, concentrado en hacer un croquis del patio en su libreta—. Técnicamente, si me usas como escudo sin consentimiento, estoy obligado a cobrarte un impuesto.

—¡¿Impuesto de qué?!

—De espacio táctico ocupado.

—¡Kenji, eres más complicado que papá explicando política de gremios!

Edu aprovechó mi distracción y lanzó un ataque (ligero, claro) directo a mis piernas. Me eché a reír mientras rodaba por el césped para esquivar su torpe pero divertido embate. Zuzu, que descansaba tranquilamente en lo alto de una rama, abrió un ojo, evaluó la situación… y se dejó caer justo encima de Edu.

—¡¿Aaaagh, traición felina otra vez?!

Zuzu le cayó sobre la espalda y comenzó a amasar con sus patas como si Edu fuera su almohada personal. Su cola se movía con total superioridad, y su expresión era la misma de siempre: absoluta indiferencia con un toque de "esto me pertenece".

—¡Zuzu, no otra vez! ¡No puedes declararte vencedora solo por ocupar mi columna vertebral!

—Mraaau~ —fue todo lo que respondió.

Aproveché su distracción con una sonrisa traviesa, levantando mi espada de madera como si fuera la campeona de una guerra ancestral.

—¡Ataque lateral de la princesa vengadora! —grité mientras cargaba contra Edu.

—¡¿Qué?! ¡No puedes atacarme mientras tengo encima una gata con complejo de emperatriz! —gritó El, aún forcejeando bajo Zuzu y mi arremetida en camino.

—¡Reglas del patio, hermano! El caos se paga con caos —repliqué yo, sin piedad, mientras mi espada de madera descendía con gracia vengativa.

—¡Mentiras! ¡Difamación! ¡Esto es una conspiración con orejas y cola! —replicó Edu, aún atrapado bajo el peso glorioso de Zuzu.

—¡Entonces ríndete y acepta tu destino, súbdito! —respondí alzando mi espada de madera, mientras Kenji anotaba todo como si escribiera un informe de guerra.

—que me rinda ¡Eso es abuso! —protestó Edu, rodando a duras penas mientras Zuzu seguía encima de él como una maldición peluda.

—No es abuso si hay testigos —respondió Kenji sin levantar la mirada de su cuaderno—. Solo crónica histórica en proceso.

—¡Tú también, traidor ilustrado! —bramó Edu, señalándolo con dramatismo—. ¡Estás colaborando con el enemigo!

—Soy neutral —dijo Kenji—. Pero si tengo que elegir, apoyo al bando que no se tropieza con una rama intentando parecer épico.

—¡Esa rama se movió sola! ¡Fue sabotaje! ¡Zuzu la manipuló con su mente!

—Mraau~ —maulló Zuzu desde su trono viviente.

—¡¿Ven?! ¡Confesó su crimen!

—Confesó que eres un tonto —acotó Azumi desde la sombra, cruzada de brazos—. Lo cual no es secreto nacional.

—¡Ya nadie me respeta en esta casa! ¡Ni siquiera la fauna doméstica!

—Tal vez si no intentaras coquetear con el espejo cada mañana… —murmuró Shizuka con una sonrisa burlona.

—¡Lo hago para reforzar mi autoestima!

—Y fracasa todos los días —remató Kenji.

—¡Esto es un juicio sumario! ¡Una purga emocional! ¡Un golpe de estado afectivo!

—Y aún así, sigues en el trono... digo, bajo el gato —dije, apuntándolo con mi espada como quien reclama una victoria simbólica.

Zuzu se estiró de nuevo y le tapó la cara con la cola.

—Mpfgh— ¡¡¿Hasta tú, hija del caos?!!!

—Bienvenido a la democracia del patio —susurró Kenji—. Tres votos contra uno. El caos, una vez más, pierde en su propia arena.

Edu gimió.

—¡Esto es abuso doméstico con testigos y sin derecho a réplica!

Zuzu se estiró con elegancia y hundió sus uñas justo en el omóplato de Edu, como si aprobara mi golpe.

—¡Agh! ¡Traición felina!

—¡Autorizada por la corte doméstica! —dije yo.

—Confirmado —añadió Shizuka, que usaba una pinza de ropa como micrófono—: El acusado ha sido declarado culpable de estupidez agravada en primer grado.

—¿Por qué siento que siempre pierdo autoridad cuando Zuzu está presente? —murmuró Edu, resignado.

—Porque sí —dijimos todos al unísono.

Nuestra madre que observaba todo el caos desde la terraza no pudo contener la risa.

Azumi llegó a su lado y murmuró algo sobre Edu y su falta de dignidad táctica.

—Ese niño tiene el don divino de hacer el ridículo con estilo… Si le dieran una medalla por perder dignamente contra una gata, tendríamos que construirle una vitrina.

Sakura, de pie junto a ella con su taza de té en mano, alzó una ceja divertida sin despegar la vista de sus hijos.

—¿Le estás haciendo una crónica de guerra a mi hijo o una biografía no autorizada? —preguntó con una sonrisa que oscilaba entre diversión y amenaza maternal.

Azumi suspiró,—Solo digo lo que todo el reino de la casa Hoshino piensa, señora. La gata lleva la corona y Edu… bueno, Edu es su bufón oficial.

Sakura soltó una risita, elegante y peligrosa.

—Bufón o no, al menos entretiene. Además… —giró apenas la cabeza para verla de reojo— …me consta que no te cae tan mal.

Azumi se congeló por un segundo.

—¿Qué? Yo... no, claro que no. Quiero decir, sí me cae mal. Es decir… ¡es Edu! ¿Cómo no va a caer mal alguien que intenta cortejarte mientras le llueven zarpazos?

Sakura ocultó una risa tras su taza, saboreando el momento.

—Interesante defensa. ¿Esa la aprendiste en la academia o viendo novelas de tarde?

Azumi rodó los ojos, visiblemente sonrojada, y apretó una pinza como si fuera el cuello de Edu.

—Si me vuelve a guiñar un ojo durante el desayuno, juro que le amarro la lengua con la cuerda de tender.

—Ah, entonces ya estamos en la fase de amenazas juguetonas —comentó Sakura con un tono pícaro—. Van rápido.

Azumi giró lentamente el rostro hacia Sakura, con una expresión entre ofendida y desesperada. Sus mejillas ardían de forma traicionera, pero su voz intentó mantener la compostura.

—¿¡Juguetonas!? Señora Sakura, con todo respeto… ¡lo que siento por ese mocoso es frustración crónica, no flirteo disfrazado!

Sakura la observó con esa sonrisa que usaba cuando estaba a punto de desenmascarar una travesura… o planear una peor.

—Claro, claro… frustración. Por eso siempre le sirves el té más caliente, le corriges la postura con un dedo en la espalda y le lanzas la chancla solo cuando él está mirando.

—¡Eso es disciplina doméstica básica! ¡No romance! —se defendió Azumi, cruzándose de brazos, como si eso pudiera ocultar el leve temblor en sus labios.

—Y la forma en que lo regañas cuando le coquetea a Shizuka —añadió Sakura con voz dulce—. ¿No será que quieres conservarlo solo para ti?

Azumi casi deja caer una sábana que sostenía en las manos.

—¡¿Pero qué está diciendo?! ¡Yo no...! ¡Él...! ¡Ugh! —Azumi llevó una mano a su frente, al borde de un colapso emocional entre vergüenza y furia contenida. Estaba a punto de girarse para huir a la pila de ropa cuando...

—¡Lo admite y huye! ¡Típico comportamiento de doncella enamorada! —exclamó Shizuka desde el otro extremo del patio, ajustándose los guantes de combate con una sonrisa más afilada que su sarcasmo.

Azumi giró en seco, con los ojos abiertos como platos.

—¡Traidora! —susurró con los dientes apretados.

—¿Enamorada de quién exactamente? ¡¿DE UN PAYASO CON COMPLEJO DE HÉROE?! —bramó Azumi, señalando a Edu.

—¿Y quién dijo que hablaba de Edu…? —respondió Shizuka, encogiéndose de hombros con una inocencia fingida tan perfecta que casi sonaba real.

Azumi dio un paso atrás, comprendiendo que había caído directo en la trampa. Shizuka sonreía como una estratega en plena victoria.

Zuzu, aún posada sobre la espalda de Edu, se giró lentamente para mirar a Azumi con esa típica expresión felina de confirmación. Luego bostezó, como si todo fuera obvio desde el principio.

—¿Lo ves? Hasta Zuzu lo sabe —intervine con picardía.

—¡Hinataaaa! —balbuceó Azumi, al borde de la combustión espontánea.

Edu, desde el suelo, extendió los brazos como si se entregara a la justicia universal.

—Si están debatiendo quién me ama más, puedo agendar entrevistas. Aunque solo estoy libre los jueves.

—¡Cállate, idiota! —gritaron las dos sirvientas al unísono, arrojándole una pinza y un guante de combate respectivamente.

—Evasión emocional nivel 3000 —canturreó Kenji mientras anotaba en su cuaderno—. Registro oficial actualizado.

—Si esto es una declaración de amor, tengo corazón suficiente para ambas —murmuró Edu desde el suelo, sobándose la cabeza tras el impacto.

—¡¿Qué dices, mocoso engreído?! —rugió Shizuka.

—¡No te pongas creativo, actor de tercera! —gruñó Azumi, lanzando otro gancho que Edu atrapó con la boca, para sorpresa de todos.

—¿Puedes dejar de ser encantador hasta cuando te atacan? —murmuró Shizuka entre dientes, cruzándose de brazos… con las mejillas encendidas.

—¡Tú también! ¡No te pongas nerviosa ahora! —protestó Azumi, señalándola.

—¿Nerviosa? —Shizuka sonrió altiva—. Solo estoy disfrutando el espectáculo… y anotando castigos para su próxima frase coqueta.

—¡Esto es una emboscada emocional! ¡Un asalto en modo fusión femenina! —se quejó Edu, retrocediendo dramáticamente—. ¡Kenji, anótalo para los libros de injusticias domésticas!

—Ya está anotado —respondió Kenji, sin levantar la mirada—. "10:47 a.m.: Edu, víctima de emboscada emocional doble. Resultado: pérdida parcial de dignidad."

—¡Traidor! —bramó Edu, apuntándolo con una rama como si dictara sentencia.

En ese momento, el portón del jardín trasero se abrió con un suave chirrido. Unas pisadas firmes resonaron sobre la grava.

—¿Me perdí de algo… o llegué justo a tiempo para la batalla final? —preguntó una voz profunda.

Todos se giraron hacia la figura imponente de nuestro padre.

—¡Papá! —exclamamos los tres hermanos.

—Ibuki —Sakura alzó su taza con calma felina—. Justo a tiempo para presenciar el juicio del siglo.

—¿Tus rondas por el pueblo fueron tranquilas? —preguntó ella con una sonrisa.

—Más que esto, sin duda —respondió él—. Dejo media hora a la familia y ya están a punto de linchar a alguien. ¿Edu firmó el contrato o sigue actuando de víctima?

—¡Soy un rehén de este sistema emocional corrupto! —gritó Edu, manos alzadas.

Ibuki suspiró con resignación.

—Y aún respiras. Milagroso.

—Gracias, padre —dijo Edu, como si fuera un cumplido genuino.

Ibuki giró hacia Azumi, quien se tensó como una estatua.

—Azumi.

—S-Señor —respondió ella, cuadrándose automáticamente.

—No necesitas explicarte. A veces, cuando el objetivo es demasiado ruidoso… el corazón grita para que lo escuchen.

Azumi parpadeó, perpleja. Sakura giró a verlo, una ceja arqueada.

—¿Desde cuándo te pones poético?

—Desde que vi a Edu coquetear con dos mujeres a la vez y salir vivo. Me pareció digno de estudio.

Todos rieron.

Zuzu maulló.

—¡Bájate de mi espalda, gata del demonio! —gritó Edu.

Zuzu lo arañó con elegancia felina.

—¡Ahhh! ¡¿Ahora qué hice?! ¡¡Solo reclamaba mis derechos!!

—Mraau~ —respondió Zuzu, como si eso lo explicara todo.

—Estoy rodeado de amor, violencia emocional… y gatos con complejo de dioses.

—Así sabemos que estás en casa —dije, sonriendo.

—Esto es un golpe de estado contra mis encantos —murmuró Edu, teatral.

—Y lo aceptas porque te encanta —dijo mamá con una sonrisa maliciosa.

Edu se giró con súplica en la mirada, pero Sakura ya planeaba su siguiente jugada.

—Ya que hablamos de conspiraciones… tengo una propuesta.

El silencio fue total. Hasta Zuzu se bajó del lomo de Edu, interesada.

—¿Qué clase de propuesta, madre? —preguntó Kenji.

—¿Qué tramas en mi contra? —inquirió Edu, tenso.

Sakura miró a las sirvientas.

—Edu hace suspirar a muchas jovencitas del pueblo. Me parece justo neutralizar esa arma antes de que cause una guerra civil.

—Me parece lógico —apunté.

—¡Hinata! ¡No te unas al enemigo! —gritó Edu, dolido.

—¡Propongo que le cortemos la cara! —dijo Shizuka con entusiasmo.

—Mejor la lengua, así se acaban las tonterías —añadió Azumi.

—¡Oigan! —Edu palideció.

—Propongo una pelea —dijo Sakura finalmente—. Edu contra Azumi y Shizuka. Sin magia. Y para hacerlo más interesante… Zuzu peleará con ellas.

Zuzu saltó al suelo con gracia y se posicionó junto a las sirvientas como si lo hubiera entendido todo.

—¡Traidora! —gruñó Edu.

—Esa gata me preocupa… —murmuró papá—. Buena suerte, hijo.

—¿Tres contra uno? ¿¡Qué soy, un paquete de oferta!?

—Si ganas —continuó mamá—, ellas contarán cómo llegaron a esta familia.

Las sirvientas palidecieron.

—Y si pierdes… te casarás con ambas.

—¡¿QUÉ?! —gritaron todos.

—¡Jamás! —protestó Azumi, sonrojada.

—¡Eso es brujería emocional! —gritó Shizuka.

—¡Yo no tengo problema! —dijo Edu con una sonrisa—. Puedo amarlas por igual. En turnos.

Las sirvientas explotaron.

—¡ES BROMA! —rio Sakura—. Pero si pierdes… serás su sirviente por un año.

Las dos sirvientas se miraron. Sonrieron. Una sonrisa malvada y cómplice,

—¡Ya tengo una lista! —susurró Azumi.

—Y yo tengo ideas que involucran pulir el dojo con las cejas —añadió Shizuka.

—¿Puedo declararme prófugo? —Edu retrocedió.

—Demasiado tarde —dijo Sakura.

—Acepta, hijo. Es parte de crecer —dijo nuestro padre.

—Es un desafío —cerró mamá—. Y como tú mismo dijiste… eres el caos, ¿verdad?

—Entonces… que el caos comience.

Edu tragó saliva con fuerza, mientras tomaba una postura… más o menos digna.

Azumi y Shizuka se adelantaron unos pasos, cada una flexionando los dedos, como si calentaran motores. Zuzu, en cambio, se estiró sobre el césped como un gato normal.

—¿Listo para perder, Casanova de barro? —dijo Shizuka con una sonrisa radiante, golpeando sus puños entre sí.

—No es tarde para rendirte —añadió Azumi, con expresión afilada.

—A ver… tranquilas las tres —dijo Edu, dando un paso atrás—. Yo propongo... ¡una tregua pacífica basada en diplomacia, carisma y abrazos consensuados!

—Diplomacia cancelada —dijo Azumi, avanzando.

—Carisma rechazado —añadió Shizuka.

—Mraaau~ —remató Zuzu, saltando con gracia al hombro de Shizuka.

Acto seguido, se lanzó contra Edu con precisión felina.

—¡Este juicio no es justo! ¡No tengo abogado! —gritó Edu, apenas logrando bloquear el golpe directo de Shizuka.

—¡Tú te buscaste esto! —le gritó ella, girando sobre sí misma con un barrido rápido que lo obligó a retroceder—. No tienes escapatoria.

Azumi se incorporó al ataque con una velocidad que no coincidía con su apariencia serena, forzando a Edu a agacharse justo a tiempo.

—¡Agh, mis costillas aún quieren vivir! —gritó Edu, girando torpemente para esquivar un zarpazo lanzado por Zuzu desde el hombro de Shizuka.

—¡Mira cómo corre! ¡Ni en los entrenamientos se mueve así! —comentó Sakura desde el porche, sosteniendo su taza de té con una sonrisa divertida.

—El miedo es el mejor maestro —respondió Ibuki sin emoción—. Aunque yo habría apostado a que tropezaba antes del segundo giro.

—Yo aposté a que perdería los pantalones —añadió Kenji, anotando en su libreta—. Pero este caos es aún mejor.

Mientras tanto, Edu rodaba por el césped como un muñeco descontrolado, cubriéndose de los ataques sincronizados de sus tres oponentas.

—¡Zuzu, esto es traición! ¡Estábamos del mismo lado anoche cuando compartiste mi almohada!

Zuzu maulló con desdén, y le soltó un zarpazo suave a la oreja.

—¡Eso fue traición preventiva! —grité yo desde la valla, riendo a carcajadas.

Edu se levantó de un salto, jadeando, despeinado y con la camiseta arrugada como una bandera de rendición.

—Pobre de mi hijo… —murmuró mamá con una sonrisa traviesa, mientras giraba la taza de té entre las manos—. Tener la atención de tres damiselas al mismo tiempo debe ser agotador… aunque sospecho que le gusta más de lo que admite.

Papá entrecerró los ojos. Cruzó los brazos lentamente, como si analizara la escena como una batalla real y no una exhibición doméstica de caos.

—Admiro su valentía —dijo con tono grave, casi solemne—. No por enfrentarse al peligro… sino por hacerlo sabiendo que probablemente perderá.

Yo, que estaba observando atentamente desde la valla, me giré hacia ellos.

—¿Madre? ¿Padre? —pregunté con curiosidad genuina—. ¿Creen que Edu pueda ganar… contra las tres?

Sakura no respondió de inmediato. Su sonrisa se suavizó, y sus ojos violetas se posaron en su hijo con una mezcla extraña de ternura y resignación.

—Azumi y Shizuka no son simples sirvientas. Las entrenamos nosotros mismos desde que eran niñas. Pertenecen al grupo reducido de combatientes de élite del reino. Rango AA confirmado por el gremio. Cuando se coordinan, incluso un aventurero clase S preferiría evitarlas.

—Y Zuzu… bueno —añadió Ibuki, lanzándole una mirada a la gata—. Ella no está clasificada por ningún gremio… pero se estima que si tuviera que ser evaluada, estaría fuera de toda categoría. Incluso los aventureros de alto rango le ceden el paso. No por respeto… sino por instinto de supervivencia.

—Entonces… ¿Edu está perdido? —pregunté en voz baja.

Ibuki mantuvo el silencio unos segundos más, mientras Edu esquivaba otro golpe rodando de forma poco elegante.

—En teoría, sí —respondió finalmente, con un suspiro apenas audible—. Por número. Por estrategia. Por eficiencia. Edu debería perder.

—¿Pero…? —insistí yo, notando el brillo en sus ojos.

—Pero Edu no pelea con lógica —respondió con gravedad contenida—. No sigue patrones, no repite esquemas, no respeta tiempos ni formas. Lo entrena el caos, lo guía la improvisación y lo impulsa algo que no se puede enseñar: instinto absurdo de supervivencia.

Sakura soltó una risa suave.

—Es tan torpe que se vuelve impredecible. Y tan impulsivo… que a veces el destino duda antes de golpearlo.

—Además —añadió Kenji, sin apartar la vista de su cuaderno—, hay un 17% de posibilidades de que, en plena desesperación, invente una técnica ridícula que funcione por accidente. Lo he visto antes.

—¿Como aquella vez que venció a un jabalí gigante con una olla y una canción de cuna? —pregunté, recordando entre risas.

—Exacto —asintió mamá, llevándose la taza a los labios.

Papá respiró profundo, cruzando los brazos.

—Edu no debería ganar —dijo con tono firme—. Pero si alguien puede alterar el resultado de una batalla con estupidez estratégica… es él.

—Entonces… —susurré con una sonrisa, apretando la valla con emoción contenida—. ¿Tiene posibilidades?

—Dependerá de si las hace enojar lo suficiente como para que pierdan la paciencia —respondió mamá, guiñándome un ojo.

—O si logra que sus bromas duren más que sus reflejos —añadió papá, cruzando los brazos otra vez—. En cuyo caso… todos perderemos.

Zuzu maulló desde su sitio como si confirmara que eso ya estaba ocurriendo.

Kenji volvió a escribir sin mirar:

—"Probabilidad de victoria de Edu: 6%. Probabilidad de sobrevivir con dignidad intacta: 0.003%".

—¿Y de disfrutar el caos? —pregunté.

—100% —dijeron mamá y papá al unísono.

More Chapters