Cherreads

Chapter 65 - El sendero hacia Trimbel

Por el sendero que llevaba a la ciudad de Trimbel se alzaba algo descomunal, como una montaña en movimiento. Si uno se acercaba lo suficiente, se podían distinguir extremidades: era un gólem de roca que avanzaba lentamente, pero con pasos tan largos que acortaba distancias. Cada pisada hacía retumbar la tierra y dejaba profundas huellas en la nieve.

El sol aún colgaba alto en el cielo, aunque en unas pocas horas desaparecería tras el horizonte. Caía aguanieve, y un viento intermitente soplaba con desgana, arrastrando el polvo helado y las primeras sombras de la noche.

Sobre el gigante de piedra se podía ver a un joven acostado y a un Lich caminando de un lado a otro, escribiendo en un grotesco libro encuadernado en piel humana.

—Huesos y carne bajo el yugo del cielo; de la tierra brota la sangre, de la piel quemada, el fuego, y en esos ojos negros la muerte te mira con anhelo —recitó el Lich en voz alta, con una entonación que parecía un canto funerario.

—¡Aaah, magnífico! —Mi poesía progresa a pasos de cometa —exclamó satisfecho, alzando su grotesco tomo hacia el cielo encapotado.

—Aaaah... me duele todo... —gimió Arthur, despertando con dificultad, la voz rasposa y la cabeza aún embotada.

—Oh, parece que has regresado del limbo, joven filósofo —dijo el Lich con una sonrisa torcida.

Arthur abrió los ojos lentamente y lo miró con molestia. Intentó incorporarse, pero no tenía brazos para apoyarse. Aun así, logró levantarse como pudo.

—Parece que ya no podré tenerte como asistente para escribir mis poesías. —El Lich soltó una carcajada burlona—. Ja, ja.

—Tú deberías ser mi asistente. —En poesía soy mejor que tú —replicó Arthur, frustrado.

—Déjame decirte, joven filósofo, que mi poesía ha avanzado a pasos agigantados.

—Ya veremos —bufó Arthur, sacudiéndose los restos de nieve y polvo.

—¿Y ahora qué haré sin brazos? No tengo pociones regenerativas...

—Mira el lado positivo —dijo el Lich, riendo mientras hojeaba su libro—: al menos ya no te ensuciarás las manos. Ja, ja.

—Viejo Lich, no te burles de mi condición. Esto es serio. —Sin brazos no sirvo para nada —gruñó Arthur, bajando la cabeza.

—Es verdad —asintió el Lich. Sin brazos no podrás escribir esas poesías profundas que me prometiste.

Arthur negó con la cabeza, abatido.

—No sé qué hacer... No quiero tener que cocinar con los pies —pensó.

—Tranquilo, tengo una solución —dijo el Lich, deteniéndose frente a él.

—¿En serio? —preguntó Arthur, con una chispa de esperanza.

—Por supuesto —asintió el Lich.

Con un gesto preciso, dibujó unos sellos en dos papeles, los pegó en los muñones de Arthur y recitó un conjuro:

—Crece.

De repente, Arthur vio cómo una luz brotaba de sus brazos cortados, revelando la silueta de manos. Cuando la luz se disipó, se horrorizó: tenía brazos nuevos, pero eran de hueso, sin un solo rastro de carne. Parecía un no-muerto.

—Ahí tienes nuevos brazos —dijo el Lich, satisfecho, dando una palmada.

—Pero no puedo andar por ahí con estos brazos... —dijo Arthur, con desesperación—. ¿No puedes hacerme unos más normales?

—Negativo. Esto es lo mejor que puedo ofrecerte. —El Lich sonrió con sarcasmo—. No deberías quejarte tanto. Con esas manos ya no te cortarás los dedos cocinando. Ja, ja.

Arthur miró sus brazos huesudos con frustración.—Maldición... ahora parezco un esqueleto.

Suspiró, resignado, y comenzó a envolver sus brazos con vendas para ocultarlos. No podía andar así por las calles de Trimbel, y menos en la academia.

—Por cierto, ¿cuánto dormí? —preguntó, con la voz un poco más firme.

—Dos días —respondió el Lich sin mirarlo.

—Entonces, ¿ya estamos cerca de Trimbel?

El Lich señaló con su huesudo dedo.

A lo lejos se alzaba una enorme ciudad amurallada, imponente y cubierta por un velo de bruma y nieve.

—¡Waaa! Es gigante. Suponía que sería más grande que un pueblo, ¡pero esto es el triple o más!

—¿Cuánto crees que falta para llegar?

—Un día —dijo el Lich.

Arthur miró la ciudad con determinación y pensó.

Ya estoy aquí. He pasado por mucho para llegar. Entraré a la academia y me haré más fuerte. Ya no culparé al mundo por lo que me sucedió; dejaré de esconderme como un cobarde. Actuaré en consecuencia con lo que venga de frente. Si tengo que matar, lo haré. Si tengo que salvar, lo haré. Si tengo que usar mi maná y explotar como una bomba, recibiré la muerte con los brazos abiertos.

Bajó la mirada hacia sus manos y negó con la cabeza.

Solo espero que no me confundan con un no-muerto...

Arthur había leído un poco sobre la academia: enseñaban alquimia, hechicería, artes marciales, magia... había de todo. Por lo general, las familias ricas enviaban allí a sus hijos para formarse. Pero lo que más le interesó a Arthur era una práctica llamada control del ki, una técnica para transformar el maná en energía física para fortalecer el cuerpo y las armas. Aunque casi se había perdido, reemplazada por el uso directo del maná y las habilidades mágicas, para Arthur podría ser la clave para resolver su problema: si lograba transformar su maná en ki, ya no se autolesionaría.

Un día más tarde, cuando estaban por llegar a la gran puerta de la ciudad, el Lich redujo al gólem y se convirtió en un cuervo nuevamente, posándose en el hombro de Arthur.

Arthur caminó por el sendero hasta quedar a unos metros de la entrada. Para su sorpresa, había una cola gigantesca para ingresar.

No imaginé que sería tan complicado entrar a una ciudad...

Mientras esperaba, observó a algunas personas ricas que pasaban sin hacer fila. Al parecer, tener estatus alto en este mundo era sinónimo de poder hacer lo que quisieras.

De pronto, un alboroto estalló fuera de la puerta. Un carruaje lujoso tirado por caballos de fuego avanzó a toda velocidad, aplastando casi a los presentes.

Arthur escuchó los murmullos a su alrededor:

—¡Mira, es ella!

—Sí, ya la vi.

—¿Quién? —preguntó un hombre.

—¿No la conoces? Es la joven señorita de la familia Blank.

—Sí, es la más hermosa de la ciudad... y también la más fuerte de la academia.

—Escuché que este año cumple 20 y que se iba a casar.

—¿Qué? ¿No había rechazado a todos los pretendientes?

—Al parecer, su padre la obligó a comprometerse antes de graduarse, y este es su último año.

—Pero, ¿quién podría conquistar a una mujer tan fría y distante con los hombres?

—No lo sé...

Arthur escuchó todo esto con atención.

Familia Blank... Tendré que investigar las familias para no meterme en problemas.

Mientras Arthur esperaba su turno, el Colmillo Azul recibía malas noticias...

Fin del capítulo.

More Chapters